La crítica es la característica esencial de cualquier comunidad universitaria. La búsqueda de la verdad es una duda perpetua, impulsada por una curiosidad insaciable, que se cultiva en los centros de investigación y las instituciones de educación superior. Los lugares comunes, en estas circunstancias, son ruedas de molino que todo lo trituran y, no en pocas ocasiones, obnubilan la difusión del conocimiento y su entendimiento.

Desde hace algunos años, me he topado con el fenómeno de que, en el ámbito académico del derecho, la gestión y la administración públicos, se ha renunciado al análisis profundo de las causas de los problemas y se ha sustituido por el lugar común o la exageración de causas y efectos. Lo que vulgarmente se conoce como “poner la carreta delante de los bueyes” para que estos últimos jalen.

Para muestra, la semana pasada en el Congreso sobre el Modelo de Anticorrupción y la integridad en las Universidades, organizado por la Comunidad de Instituciones de Educación Superior de la Laguna y la sección Querétaro de la Academia Mexicana de Derecho Fiscal, el próximo delegado especial del gobierno electo, en síntesis, expuso: “Toda desviación de los objetivos de una organización pública se reduce a una sola explicación: la corrupción que es la causa final de los males que nos aquejan. Un bache, una luminaria apagada, una inundación, una licitación declarada desierta, una queja en redes sociales, cualquier cosa, provocada por la corrupción y se habla de ella en México porque aquí existe y en los países nórdicos no. Además, que el Sistema Nacional Anticorrupción es muy costoso y sólo se requiere voluntad política y ejemplo del gobierno para acabar con la corrupción”.

En diciembre empezará a correr el plazo para que el nuevo gobierno demuestre que la estrategia de barrido de arriba hacia abajo dentro del Poder Ejecutivo de la Federación es suficiente para impactar a las demás entidades públicas y los otros dos órdenes de gobierno. El Sistema Nacional Anticorrupción (SNA) es la expresión de una estrategia basada en la coordinación y el reconocimiento de que existe una pluralidad de formas de llevar a cabo la prevención de la desviación de los recursos y de bases de datos con información relacionada con la materia.

Primera rueda del molino que pretenden que los estudiantes se traguen sin hacer crítica alguna. El SNA es muy costoso, pero quien lo afirma no conoce o finge desconocer que éste es meramente una coordinación entre entidades públicas ya existentes antes de la reforma constitucional que lo creó. Es decir, no requieren de presupuesto extra ya que el único gasto adicional es el pago a los miembros y apoyos del comité de participación ciudadana y el secretariado ejecutivo.

Segunda rueda, la falta de voluntad política se refleja en que no se asignaron recursos adicionales al SNA, sin embargo, los integrantes del comité coordinador tienen su propio presupuesto y participan en ejercicio de las facultades que las leyes propias les atribuyen. No se crea una nueva esfera competencial, sino por el contrario, lo que se busca es que algunas labores que se duplicaban por la falta de coordinación se abandonen y los recursos se aprovechen mejor. Esto conlleva, por ejemplo, que en lugar de que haya una infinidad de bases de datos sobre compras públicas con reglas de operación, requisitos y campos de captura diferentes, se busque consolidar una plataforma nacional digital única. Esto no sólo abona en transparencia, sino que en el mediano y largo plazos debe, incluso, generar ahorros sustanciales al eliminar la duplicidad de tareas.

Tercera rueda, el SNA no funciona porque faltan algunos nombramientos. Otro lugar común. Desde hace dos años sus entidades públicas integrantes han llevado a cabo tareas de alineamiento de procesos, consolidación de bases, redacción de lineamientos, integración del comité de participación ciudadana, instalación de la secretaría ejecutiva, revisión de los formatos de declaraciones patrimoniales y un largo etcétera. Lo que pasa es que una obra de la magnitud que se pretende no se levanta en un día.

Muchos de sus críticos –que no entienden con precisión qué es un órgano intermedio cuya función es la coordinación de otros órganos e instancias- lo han observado a la distancia, sin profundizar sobre el mismo. En esta actitud displicente, se asemejan a aquella persona que divisa a lo lejos una construcción, de la que sólo alcanza a ver la barda que rodea al terreno en que se va erigir un edificio y supone que no hay avance, pero si se acercara vería la excavación y los trabajos preliminares de cimentación.

Quien desconoce la gestión pública y además cree que aquello que no se hace según sus cánones u ocurrencias es corrupción, es una persona incapaz de entender que atrás de toda obra humana hay planeación y diseño, actividades preparatorias, ejecución, evaluación y control. Sólo repetir lugares comunes es útil en las campañas políticas, pero en los ámbitos académicos y gubernamentales puede ser ridículo y costoso. Pretender que una comunidad universitaria se trague sin criticar ruedas de molino es simplemente una expresión más de soberbia.

Profesor de la Universidad Panamericana

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