En 1997 y 2007, comenzó la vigencia de las nuevas leyes del IMSS y del ISSSTE . En materia de pensiones , el cambio más importante fue la sustitución del sistema de reservas colectivas por las cuentas individuales para el financiamiento de las prestaciones en dinero periódicas después del retiro que se conocen popularmente como “la jubilación”.
El sistema de reparto con prestaciones definidas se basa en el supuesto de que una generación, los jóvenes, aportan para pagar las pensiones de los adultos mayores. Todos contribuyen a una bolsa común con la que se cubren las prestaciones de aquellos que cumplen con los requisitos de edad y tiempo de trabajo. En el ideal, este ahorro debe ser de largo plazo y la cuota de seguridad social debe estar calculada de tal forma que sea suficiente para generar reservas para financiar los compromisos futuros (20 años o más).
Sin embargo, es muy frecuente que el monto de las prestaciones sean superiores a las aportaciones, que este ahorro sea insuficiente y que el déficit se cubra con recursos presupuestales provenientes de las contribuciones generales. En pocas palabras, que todos los contribuyentes acaban pagando las pensiones de unos pocos trabajadores del sector formal de la economía o de las empresas estatales. Esta circunstancia es una de las principales causas de la crisis financiera europea del 2008, que tiene repercusiones en desempleo y bajo salario para los jóvenes.
Este sistema tiene dos grandes injusticias:
1) Afecta a quienes no se conservan hasta la edad de jubilación en el mercado formal de trabajo , que suelen ser los trabajadores de menores ingresos y las mujeres, quienes aportan durante su juventud, pero no reciben ninguna prestación cuando están cesantes por edad o vejez, por ejemplo, al trabajador de la construcción que cotiza al IMSS durante 25 años, pero que al cumplir la edad de retiro no está en periodo de conservación de derecho o no está cotizando, le sucede que sólo contribuyó a pagar las pensiones de otros y no recibe nada a cambio.
2) Beneficia a quienes evaden el pago de cuotas o subdeclaran el ingreso durante años y los años previos a su jubilación incrementan el monto de su cotización con lo que reciben mucho más de lo que aportaron . Estos trabajadores, generalmente, son aquellos con ingresos más altos.
La previsión con base en el ahorro individual corrige ambas injusticias y otorga la propiedad de los recursos acumulados en la cuenta al trabajador y sus beneficiarios. Además, la administración y los rendimientos son conocidos y hay interés de verificar que se invierten de la mejor manera por el propio titular de la cuenta. En las reservas colectivas, poco o nada se sabe del manejo y no hay ningún incentivo de revisarlo, puesto que el trabajador que logra cumplir los requisitos recibe beneficios definidos, sin importar los vaivenes financieros.
Las Afores son las instituciones autorizadas para el manejo de cuentas individuales de los trabajadores que aportan a la seguridad social y, en principio, están controladas por el propio dueño de los recursos y las autoridades supervisoras. Actualmente, acumulan más de 4 billones de pesos, que representan casi el 80% del presupuesto federal anual.
Es fácil engañar con un poco de demagogia expresada en frases tales como: “El sistema de reparto es solidario” (esto es falso porque favorece a los trabajadores de altos ingresos en perjuicio de aquellos de menores ingresos, a los hombres en perjuicio de las mujeres), “el sistema de cuentas individuales socializa los costos y privatiza las ganancias” y “las afores cobran comisiones y el IMSS o ISSSTE que manejaban las reservas no” (lo cual también es falso, ya que la administración de las reservas colectivas tiene un costo oculto).
Esta demagogia repetida, más la promesa de pensiones para todos sin que haya compromiso explícito de aportar para financiarlas, es atractiva para quienes prefieren recibir pájaro en mano que cientos volando, es decir, subvención hoy, en lugar de ahorro para el futuro. Si a esta combinación le agregas una mayoría legislativa incondicional, el siguiente paso es decir adiós a las afores y transferir de las cuentas individuales a una reserva colectiva manejada por el gobierno bajo las promesas incumplibles de mejorar las pensiones en el mediano plazo y garantizar su pago en el largo. El gobierno obtiene así casi 5 billones de pesos, financia el gasto social asistencial y se consume el ahorro previsto para 25 años en cuatro o cinco. Esto ya pasó en Argentina con Kirchner y el final de la historia fue una profunda crisis fiscal, con un deterioro salarial y la imposibilidad de pagar las pensiones prometidas.
Esta puede ser la fuente de recursos que pague las promesas de campaña. El voto se reflexiona. El canto de las sirenas suele ser un engaño. Desaparecer las afores es violatorio de derechos de propiedad de más de 68 millones de cuentahabientes y abrir la puerta a una crisis financiera futura , si ese ahorro social se dilapida en aventuras demagógicas.