En días pasados, leí con gran interés una noticia que especificaba: “La UNAM interpuso una demanda de amparo en contra de la construcción de un condominio de 23 pisos, que se pretende hacer junto al campus central de Ciudad Universitaria, declarado Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en 2007”.
Me dije a mí misma: estoy orgullosa de ser Puma y de que mi institución académica, mi alma máter, como se dice románticamente, haya tomado una decisión que, tengo la certeza, millares de capitalinos querrían tomar, quienes observan con indignación el deterioro de la Ciudad y la ineptitud de los funcionarios de todo nivel y orden de gobierno. ¿Dónde quedó la bolita?, la delegación dice que arriba, el gobierno de la Ciudad dice que los delegados, para tomar decisiones correctas en beneficio de la Ciudad y de sus habitantes.
Se autorizan construcciones gigantescas en zonas que no disponen de suficiente agua; se violan los reglamentos de construcción en cuanto al número de pisos que pueden tener los edificios y, desde luego, se permite construir conjuntos habitacionales multitudinarios en sitios que no disponen de vialidades, ni tienen condiciones físicas para que se realicen, y que presagian un nivel de conflictividad en el tránsito y una congestión de la movilidad urbana, provocada por estas decisiones irracionales. Pequeñas callecitas que deberán dar salida, además de a los habitantes de las viviendas y modestos edificios que allí han existido desde hace décadas, a los lujosos e imponentes condominios de más de mil departamentos, cuyos condóminos también son defraudados, pues no habrá vialidades que hagan posible su movilidad expedita y el suministro de agua en el mediano plazo será nugatorio, o a costos exorbitantes.
Todo ello, sin considerar que estamos a cinco siglos de lo que se denominara el Valle del Anáhuac, “la región más transparente del aire”, mencionada por Humboldt en 1804, el espacio geográfico donde, desde hace centurias se han cometido ecocidios como la desecación de los lagos y el entubamiento de los ríos, sin mengua del crecimiento despiadado de la zona urbana sobre las regiones boscosas del entorno.
En la Ciudad de México la planeación urbana, la racionalidad en el uso de los espacios y su concordancia con un cuidado ecológico razonable, han sido derrotados por ineptitud, confusión administrativa y corrupción.
Por eso, la decisión de las autoridades universitarias merece una ovación prolongada y toda la solidaridad.
Será un caso emblemático, pues muchas otras barbaridades no se pueden detener, ante la impotencia de los ciudadanos, debido a que no siempre están en zonas de patrimonio histórico donde se cometen estos excesos.
Ojalá el ejemplo Puma sirva para que muchos más se animen a defender a la muy leal y generosa Ciudad de México.
¡Goya! ¡Goya! ¡Cachún, cachún, ra, ra! ¡Cachún, Cachún, ra, ra! ¡Goya! ¡Universidad!
Política, diplomática