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Hay que entenderlo, no es que el mandatario norteamericano, Donald Trump, odie a México, probablemente de no ser presidente, no “atacaría” constantemente a nuestra nación. En primer lugar, cualquier comentario que realice ya no puede ni debe recibirse como personal, debe manifestar el sentir del país que representa. Y es que, sí, Trump podrá tener los peores modos, despotricando en redes sociales y prometiendo imponentes muros, pero el foco central de su discurso no debería sorprender a nadie.
En junio del 2015, durante su anuncio como candidato republicano a la presidencia de los EU, Trump mencionó que México no manda a lo mejor que tiene, sino al contrario, envía problemas, drogas y crimen. Sería ingenuo pensar que tiene esa idea de cada persona que logra llegar a su país. Seamos honestos, en últimas décadas, el tráfico de drogas y la violencia se han salido de control, es una responsabilidad compartida sí, pero forzosamente es a través de México que circula la droga, y con ella los delincuentes. Y no, no es porque así lo decidamos los mexicanos, aquí nos tocó estar geográficamente.
¿Quién puede culpar a Trump por pretender que en su país transiten únicamente migrantes legales? Nadie. Cada país tiene sus leyes y su soberanía. Recientemente Olga Sánchez Cordero mencionó exactamente lo mismo: queremos una migración legal y ordenada. Es una exigencia que debe darse cada país, no solo los “bravucones”. Allá saben que un grandísimo número de latinoamericanos es gente trabajadora y honesta, que forman la diversidad cultural que caracteriza a los Estados Unidos. Simplemente, como cualquier país sano buscan disminuir los males que los aquejan y, Trump, como político, busca crear el mensaje que le traiga más adeptos …en su país.
La idea también aplica al revés: si bien existen quienes rechazan a los latinos en Estados Unidos, no podemos pensar que el sentimiento predomina en los norteamericanos, al contrario. Apenas hace unos días, una maestra en Forth Worth, Texas, solicitaba (sin saberlo) públicamente que estaría agradecida con Donald Trump si pudiera hacer algo por sacar a los hispanos de Forth Worth. Naturalmente, lo único que consiguió, fue que el consejo escolar votará por unanimidad terminar su relación laboral con ella. Es decir, cero tolerancia con las actitudes xenófobas. Lo celebro.
En fin, quitémonos la idea de que existe un odio desmedido de Trump hacia México, dejemos que defienda los intereses de su país como crea conveniente, para eso lo pusieron ahí. Por nuestra parte, apoyemos la legítima defensa de nuestros propios intereses y las acciones que se implementen en beneficio de la nación, ya si comen cacahuates o se visten inapropiadamente, nos preocupamos después.
Pero ya dejemos de echarle la culpa a otros…
Analista.
@azuletcheverry