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Hay fechas en el calendario que no suelen guardarse en la memoria de las personas, a menos que sea un cumpleaños o un suceso memorable que pueda pasar a la historia. El 11 de julio, para los amantes del deporte motor, celebra el auniversario número 45 de una de las muertes más fatídicas dentro del automovilismo, la del piloto mexicano Pedro Rodríguez de la Vega.
Originario de la Ciudad de México, Pedro tuvo cuatro hermanos; Federico, Ricardo, Conchita y Alejandro, siendo el mayor de todos ellos. Desde pequeño, junto con su hermano Ricardo, fue un amante de la velocidad y las carreras. Su padre Natalio financió la carrera de su hijo gracias a su fortuna personal, lo cual le permitía alquilar autos deportivos para que éste mejorara sus habilidades.
La sangre de su padre se impregnó de manera que comenzó a destacar en el mundo de las carreras. A los 10 años, se convirtió en campeón nacional ciclista. A los 12 comenzó a competir en carreras de motocicletas de hasta 500 centímetros cúbicos. Su primer triunfo automovilístico fue en 1954 en la Carrera Internacional de Avándaro.
En 1958, él y Ricardo fueron a competir en una de las carreras más icónicas en el mundo; las 24 horas de Le Mans. Pedro logro concursar, pero Ricardo no debido a que era menor de 18 años (era 2 años menor que Pedro). El mayor de los hermanos logró correr en un Ferrari 500 Testa Rossa que su padre pidió al equipo de la escudería North American Racing Team, propiedad de Luigi Chinetti.
En 1962 Pedro recibió un duro golpe al ver a su hermano Ricardo morir en un accidente en el autódromo de la Madalena Mixhuca durante las prácticas del gran premio de México en la Fórmula 1.
Luego de un periodo de inactividad por luto, Pedro regresó a las pistas y ganó las 500 millas de Daytona en 1963 y 1964. Posteriormente, entraría a la categoría reina del automovilismo de la mano de Lotus en 1963. En 1967 ganó su primer Gran Premio en Sudáfrica al volante de un Cooper-Maseratti, y en 1970 repetiría la hazaña en Bélgica con el equipo BRM.
En 1968 regresa a Le Mans por la revancha y gana la prestigiosa carrera encima de un Ford GT 40 MK i del equipo Gulf- junto al belga Lucien Bianchi.
En 1971, Pedro saboreaba las miles de la fama y múltiples logros dentro del deporte motor. Sin embargo, el 11 de julio de ese año, la fugáz vida del piloto mexicano se extinguió en Nuremberg, luego de un accidente presuntamente provocado por Kurt Hild, quien bajó la velocidad y cambió intempestivamente de dirección, provocando que el mexicano perdiera el control de su vehículo.
Amante del picante, de la velocidad, la ropa fina y la música, Pedro nunca dejó descendencia física, pero sí en forma de legado al inspirar a muchos pilotos mexicanos a seguir sus pasos. El ''ojos de gato'' siempre vivirá en el olimpo del deporte motor como uno de los mejores de la historia.