El nuevo Reglamento de Tránsito de la Ciudad de México no es equitativo, tiene errores de redacción, sintaxis y lagunas que deja a los motociclistas en estado de vulnerabilidad y desventaja ante abusos en los que  la autoridad puede incurrir, valiéndose precisamente de las fallas, sostiene Alfonso Corona Estrada.

Abogado de profesión y apasionado de la motocicleta, el entrevistado manifiesta sus dudas sobre que este reglamento haya sido elaborado por gente que conozca o que acostumbre usar moto en el día a día.

“Creo que antes de haber confeccionado este reglamento y darlo a conocer, los encargados debieron, al menos, asesorarse con los motociclistas, con los que realmente usamos la moto como nuestro medio de transporte, porque somos los que día a día enfrentamos la irregularidad de nuestras vías y la realidad del tránsito de la Ciudad de México, porque somos los que sufrimos con los semáforos mal sincronizados, con las calles mal pavimentadas y con los carriles mal trazados”, apunta Alfonso Corona.

Con un rostro y tono de voz que evidencian su molestia, arremete: “Un reglamento que sanciona, no puede darse el lujo de tener imprecisiones, hay que decirlo, está lleno de imprecisiones; y si bien es cierto que a los  litigantes nos da muchas armas para impugnar las multas, también es cierto que como ciudadanos merecemos leyes y reglamentos de calidad”.

Entre los grandes absurdos, dice, está la sanción económica por falta de combustible o de aceite al vehículo.  “Como si uno decidiera, de repente, a mitad del camino, romper las mangueras para que se fugue el lubricante para quedarnos parados a medio camino”.

Y uno de los puntos que más censura, es la obligación que tienen los motociclistas de bajarse de la moto para empujarla y subirla a la banqueta antes de guardarla en su domicilio o en un estacionamiento público.

“Es ilógico que se nos obligue a empujar una moto de 200, 300, 400 kilogramos o más sobre una pendiente porque no está en las posibilidades físicas de nadie, ni siquiera de los que elaboraron el reglamento, ya me imagino al dueño de un auto que también lo obligaran a bajarse y empujarlo para subirlo a la banqueta si lo quiere guardar en su garage”, agrega.

Afortunadamente en la plática llega un momento en el que nuestro entrevistado se relaja, cuando recuerda un punto agradable entre todos las irregularidades del reglamento,  y sucede cuando recuerda su primera motocicleta.

“Fue hace 17 años, cuando yo tenía 20 de edad, recuerdo que fue mi primera experiencia y la disfruté tanto que desde entonces me gustó y me seguí por este camino, con la afición a la moto, pero en realidad desde muy pequeño tuve esa inquietud. De hecho, hasta el año pasado todavía formé parte del Escuadrón de Motociclistas Acróbatas, me encantó esa etapa y ahora doy algunas exhibiciones en instituciones como asilos u orfanatos que me lo piden, como si fuera una especie de donación”.

Y reinicia su enumeración de imprecisiones que observa en el Reglamento de Tránsito como ambigüedad en los conceptos “insulte o denigre” al personal que desempeña labores para agilizar la circulación y considera que ese punto debe ser más preciso para no caer en un posible abuso de la autoridad; o como cuando se hace mención de sancionar al que haga ruido excesivo sin especificar “cuánto ruido se considera como excesivo”.

Al final, Alfonso reconoce que el documento tiene algunos puntos positivos, pero duda y sí, sí encontró dos: obligar a los motociclistas a usar casco y reflejantes en la moto y en la ropa, para proteger su propia vida.

Para terminar nuestra charla, el experto hace un llamado a las autoridades donde les pide que de la misma forma que se exige en el reglamento, incrementen la seguridad para los motociclistas que continuamente, en los semáforos en rojo, son blanco de la delincuencia.

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