Arturo Sarukhán

Guión para un complot

21/03/2018 |02:14
Redacción El Universal
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La industria del entretenimiento suele advertir que cualquier parecido con la realidad es mera coincidencia. Pero este domingo, mientras veía en televisión el capítulo semanal de la nueva temporada de Homeland, ficción y realidad se entreveraron. Esa noche la serie —que ha abordado a lo largo de un lustro temas de seguridad nacional estadounidense— retrató de nuevo con nitidez cómo funcionan las granjas de bots y se instrumenta al interior de un país, o desde el extranjero, una campaña de desinformación y el uso de la narrativa como arma política, o geopolítica. Y es que en paralelo a la transmisión del episodio, en el mundo real se producían nuevas y escandalosas revelaciones sobre uso de redes sociales y plataformas digitales para impactar la elección estadounidense de 2016. Ese mismo fin de semana, sendos artículos de The New York Times y The Observer informaban que Facebook había suspendido de su plataforma a Cambridge Analytica (CA) mientras investigaba si ese despacho dedicado al análisis y manipulación de metadatos para campañas electorales —y que utilizó tácticas que abonaron al triunfo de Brexit y de Donald Trump— había obtenido, usado y mantenido de manera ilegal e inapropiada datos de más de 50 millones de usuarios estadounidenses de esa red. El debate en torno al papel que Facebook —de manera involuntaria— y CA —de manera activa— jugaron en la victoria del actual mandatario estadounidense, se ha puesto al rojo vivo.

Desde hace meses, investigaciones periodísticas minuciosas han demostrado el papel que estas tácticas jugaron en los comicios presidenciales. Las propias plataformas digitales en EU reconocen que fueron usadas para propalar mentiras y desinformación, y el fiscal especial Robert Mueller ya ha acusado formalmente a un sitio de internet en EU y a 13 ciudadanos rusos de haber operado granjas de bots durante la elección. Pero la información publicada este fin de semana abre la perspectiva de que la penetración a esas redes fue mucho más amplia de lo admitido hasta ahora. Ambos rotativos alegan que podrían existir aún cientos de gigabytes de datos de usuarios de Facebook en los servidores de CA, lo que contradice las aseveraciones públicas de ambas firmas, y que CA utilizó una aplicación de encuestas psicológicas con fines de investigación para crear perfiles de los encuestados y sus “amigos” que se utilizaron para fines políticos sin su consentimiento. Ya hay un coro de voces tanto en el Congreso de EU como en el Parlamento británico insistiendo en que el director ejecutivo de Facebook, Mark Zuckerberg, testifique. El que CA tenga además vínculos estrechos con el donador republicano que financió la campaña de Trump, Robert Mercer, y el defenestrado asesor presidencial Steve Bannon (Mercer y su hija eran hasta hace poco los principales inversionistas en la plataforma noticiosa de Bannon, Breitbart), así como con actores externos como el fundador de Wikileaks, Julian Assange (éste indicó el año pasado haber sido contactado por el director de CA, Alexander Nix, buscando obtener correos electrónicos hackeados a la campaña Demócrata), han profundizado la tesis —no comprobada del todo— de que la información recopilada ilegalmente para construir una poderosísima herramienta de influencia político-electoral e incidir en los votantes pudo haber decantado los 77 mil votos en tres estados clave (Wisconsin, Michigan y Pensilvania) que le dieron la victoria a Trump en el Colegio Electoral.

¿Por qué es relevante todo esto para México? Primero, porque en el contexto de nuestros comicios, CA ya está operando desde hace varios meses en el país. El gobierno, Congreso, los medios y la sociedad civil debemos vigilar que no replique actividades ilegales (expuestas antier por Canal 4 del Reino Unido) o vulnere, como lo hizo aparentemente en EU, disposiciones electorales y leyes sobre datos personales y privacidad. Pero cara al 1 de julio, también debemos examinar nuestra complicidad y responsabilidad colectivas en esparcir noticias falsas, aumentando el valor de mercado de las mentiras. Un estudio reciente encontró que a la “verdad” le tomó aproximadamente seis veces más tiempo que a la “falsedad” para llegar vía redes a 1,500 personas. Las instituciones tendrán que vigilar y poner diques a la actividad de firmas de metadatos, pero nosotros somos al final del día la caja de resonancia de esas tácticas.

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