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A pesar de las disputas comerciales a nivel global, México ha seguido manteniéndose como uno de los líderes mundiales en producción automotriz. Con cerca de 4.1 millones de vehículos ligeros y pesados producidos durante 2018, según datos de la AMIA, nuestro país se disputa ahora el sexto lugar a nivel global con Corea del Sur, la casa de Hyundai y KIA Motors.
México ha apalancado esta posición a partir de varios factores. En primer lugar, su proximidad geográfica a Estados Unidos, uno de los mercados automotrices más grandes del mundo, le da al país una tremenda ventaja frente a otros países. México es, también, uno de los principales destinos de inversión extranjera directa en la industria automotriz debido a su bajo costo laboral, que puede ser hasta de 50% del costo por hora de otros países latinoamericanos, como Brasil o Argentina.
A partir de esto, y la existencia de tratados de libre comercio con más de cuarenta países en el mundo, incluyendo el T-MEC, el más reciente acuerdo con Canadá y Estados Unidos, México ha consolidado una sólida posición como potencia productora a nivel global. De hecho, el T-MEC podrá ser una suerte de salvoconducto para México y Canadá, al quedar exentos de las amenazas del gobierno estadunidense de imponer aranceles de hasta 25% a la importación de automóviles.
El principal reto para México como país manufacturero está precisamente en una de sus fortalezas. La cercanía con los Estados Unidos y la integración de las cadenas productivas entre ambos hace que cerca de 70% de las exportaciones de vehículos de México tengan como destino los Estados Unidos. Los beneficios para ambos mercados son muchos, pero implica que la industria en México dependa en gran parte del crecimiento económico del país vecino. De ahí que muchos expertos han señalado la necesidad de poder diversificar la industria y una de las opciones es, sin duda, Sudamérica.
En 2015 entró en funcionamiento un acuerdo de asignación de cuotas (ACE 55), mediante las cuales, las exportaciones de vehículos de México a Brasil no podrían superar cierto monto anual. Fue una medida impulsada por el gobierno brasileño con el fin de reducir el déficit en su balanza comercial. Este acuerdo está previsto que finalice el próximo 18 de marzo de 2019 y los gobiernos de ambos países tendrán que sentarse y redefinir cómo será esta nueva relación.
Al igual que México, Brasil ha iniciado el año con un nuevo gobierno que busca modificar muchas políticas del pasado. En el caso de Bolsonaro, y por sus recientes declaraciones públicas, es probable que intente levantar muchas de las restricciones impuestas por gobiernos anteriores y esto incluye la renegociación del pacto automotriz con México.
La situación de Brasil es, sin embargo, muy distinta a la de México. Brasil forma parte del Mercosur, que tasa con un 35% a todos los vehículos importados en la región formada con Argentina, Paraguay y Uruguay. Por ello, Brasil ha formado un bloque sólido e integrado con Argentina para producir un gran porcentaje de las necesidades locales de vehículos ligeros. Debido a la estructura del mercado sudamericano, Brasil ha enfocado su industria hacia la producción de vehículos compactos y pickups pequeñas, los cuales podrían ser una opción atractiva para un mercado como el mexicano.
Abrir el mercado automotriz con México, no obstante, podría resultar algo complicado para el país sudamericano. México lleva una amplia ventaja competitiva a Brasil en términos de manufactura, empezando por los costos laborales. En 2012, antes de la entrada en vigor del actual acuerdo, México exportaba 8.3% de su producción de vehículos ligeros hacia Brasil. Con el ACE 55, el nivel de exportación ha caído hasta un poco menos de 2%.
La nueva negociación podría significar una gran oportunidad para ambos países siempre y cuando pueda complementarse y lograr que nuevos productos, y a menor costo, estén disponibles para consumidores mexicanos y brasileños.
Profesor del área de Dirección de Operaciones de IPADE Business School
