Leer y releer ideas contemporáneas debería ser materia obligada en los planes de estudio. Así, quizás nuestra especie, gloriosa y siniestra, dejaría de cometer errores y tendría una visión más amplia del mundo y del ser humano. En la cotidianidad, en el binomio conformado por enfermedad y salud, así como en múltiples avatares, leer a Guillermo de Ockham (1285-1349) aporta.

Ockham fue un filósofo y fraile perteneciente a la Orden Franciscana. Dedicó su vida al estudio y a quienes vivían en pobreza extrema. De hecho, falleció, por contacto con la miseria, víctima de peste negra. Su dedicación al estudio y sus vivencias al lado de los pobres lo dotaron de sabiduría. Dentro de sus múltiples aportaciones —escribió libros sobre teología y filosofía—, destaca su inclinación por el “principio de economía”, que podría traducirse como “hacer más con menos”. Su devoción por esa idea, también llamada “principio de parsimonia”, devino en uno de los ejes fundamentales de su filosofía: “En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más factible”; aunque se discute si fue él quien la escribió, la sentencia se conoce como la Navaja de Ockham.

El principio es sencillo y lógico: en situaciones similares, la teoría más simple, y no la más compleja, tiene más probabilidades de ser la correcta. En lenguaje llano, la Navaja de Ockham significa que la explicación más sencilla es la mejor. Aplicó la navaja a la tristemente olvidada ética médica: en medicina, tal y como lo enseñaban los viejos clínicos, quienes conocían a fondo al paciente, es mejor un diagnóstico para explicar la enfermedad en vez de dos diagnósticos. Leer a Molière ilustra: en El enfermo imaginario, Molière, quien odiaba a los médicos, pone en boca de uno de sus personajes su sentir: “Para qué quieres ver dos médicos si con uno basta para que te maten”.

La Navaja de Ockham es sabia y necesaria. Ejercerla en medicina es indispensable. Debido a que la relación médico paciente ha (casi) desaparecido, repensar lo dicho por el padre Ockham es prudente. Sea por incompetencia o por falta de ética, algunos (¿muchos?) doctores se alejan de la enseñanza de Ockham. Comparto mis enredos. La medicina moderna no respeta el principio, “En igualdad de condiciones, la explicación más sencilla es la correcta”, por las siguientes sinrazones:

1.— Mejor estudiar más al enfermo y solicitar diversos exámenes aunque algunos, o muchos, sean innecesarios (algunos laboratorios, hospitales y gabinetes de Rayos X ofrecen dinero a los galenos).

2.—Mejor solicitar interconsultas a colegas, no sólo para no errar, sino para que el par retribuya y compense mandando sus pacientes.

3.—Seguir “a fondo” un resultado no claro de laboratorio o de rayos X, con tal de no equivocarse, aunque el resultado no tenga que ver con la enfermedad —“a fondo” significa pedir más estudios—; muchos hallazgos, o no tienen que ver con el problema del enfermo, o bien, pueden aguardar. Estudiar más al enfermo puede conllevar daño. Los hallazgos inesperados se han dado en llamar incidentalomas, término que en la jerga médica significa encontrar resultados sin relación con el motivo de la consulta. El médico avezado y leal al paciente debe decidir qué hacer con esos datos. El médico no avezado y no leal pide más exámenes y solicita la participación de más colegas.

4.—Hay una relación directamente proporcional entre falta de preparación del médico y el número de exámenes solicitados. La ecuación es clara: entre menor preparación más exámenes solicitados; entre más exámenes, más hallazgos y más opiniones, muchas, equivocadas.

En la medicina privada se atenta contra la ética por falta de lealtad hacia el enfermo, por razones económicas o por amiguismos. Aunque no todos concuerdan con la Navaja de Ockham, en la medicina contemporánea el mensaje es vigente. Algunos médicos se alejan del principio y buscan más de una explicación para un problema sin malas intenciones. Otros, por falta de preparación o motivaciones económicas, se alejan de la explicación más simple y optan por estudiar “a fondo” al enfermo.

La Navaja de Ockham es filosa y corta profundo. Estudiarla evitaría muchos errores. Imaginar no cuesta: ¿qué tal si se pudiese colocar la navaja atrás de los escritorios de nuestros políticos?

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