Ciudad de México.— Hay desabasto de un bien o servicio cuando el consumidor trata de adquirirlo y éste no está disponible. Los motivos pueden ser muchos, incluso nobles. En el caso de México, es intrascendente si la gasolina se tiene en exceso en las refinerías o en la tina de baño del presidente, si está fuera del alcance del consumidor hay escasez.
Dos semanas pasé en mi país, la primera disfrutando a mi familia. En la segunda he sido testigo de una crisis autoinfligida producto de la incompetencia, arrogancia y cinismo del nuevo gobierno. Las consecuencias las pagan los mexicanos de a pie, aquellos que requieren del combustible para ganarse la vida.
Analistas sesudos hacen diagnósticos técnicos del porqué de la crisis, del historial vergonzante en que mafias roban el combustible, de cómo este presidente es el primero en tratar de parar el hurto a la nación. Todos puntos válidos. Yo me limitaré a exponer situaciones humanas que, al final, son las que le importan a la gente.
Desde mi punto de vista, no hay nada que excluya la responsabilidad de esta administración por la debacle. Qué bueno que el gobierno combata un problema sistémico, pero debe hacerlo sin fastidiar la vida del ciudadano común.
El presidente y sus funcionarios repiten “no hay desabasto”. Fantasía insultante pues todos hemos visto las colas interminables en estaciones de gasolina. Sitios sin inventario donde los automovilistas aguantan estoicos. Kilómetros de filas, desquiciamiento de vialidades, elementos que derivan en una semiparalización de las actividades productivas.
Presidente, estoy seguro de que usted no se forma con su Jetta blanco, pero mi madre enferma de 70 años sí lo hizo a las cinco de la mañana para abastecer su vehículo, cortesía de usted, presidente. Le recomiendo que la próxima vez que niegue o subestime el problema salga, haga fila, dése un baño de pueblo y reconozca lo evidente.
Apoyo su determinación de acabar con una actividad ilícita, y condeno a gobiernos anteriores por no haber actuado, pero hoy el paquete le pertenece a usted. Su administración debería usar inteligencia, tecnología e imponer el estado de derecho que ajusticie a mafias y corruptos.
Sé que sus intenciones eran buenas, pero es claro que su equipo no tenía la más mínima idea de lo que hacía cuando lanzó las medidas para erradicar el robo de combustible. Reflexione y corrija, rectifique y entienda que está lastimado a los ciudadanos que prometió respaldar.
También Considero que la situación es evidencia de que usted nunca ha ejercido una actividad productiva en su vida, pues le cuento que vivir del presupuesto a través de partidos políticos o el gobierno no cuenta. Si hubiera tenido, digamos, un puestito de dulces sabría que los insumos deben llegar a tiempo para que el mercado (los clientes) compren sus productos y usted pueda ganar un centavo. En nuestro actual predicamento, el desabasto de combustible no sólo martiriza a los ciudadanos, también destruye la actividad económica. Es como si no llegaran sus dulces a la vendimia, para que me entienda.
Querido lector, es probable que vea estas líneas mientras yo ya esté de regreso en Chicago, mi lugar de residencia, donde con sentimiento de culpa sabré que podré comprar la gasolina que desee mientras que mis seres queridos y mi patria están de rodillas por la incapacidad de nuestros líderes.
Quizá este texto suene personal, o visceral, de hecho, lo es. Y es que nada es más personal que ser lastimado por pifias ajenas que lesionan la calidad de vida de millones de ciudadanos, cuyas rutinas son ya de por sí complejas.
Presidente, acabe con el robo de combustible, pero no lo haga a costillas de la ciudadanía, bájese del caballo de la terquedad y sirva bien a los mexicanos. En otras palabras, haga su trabajo y no manche su vida en el camino.
Periodista. @ARLOpinion