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El 25 de noviembre es el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer. El objetivo es sensibilizar a la población respecto a la gravedad del problema, para impulsar acciones enfocadas en ponerle fin a esta práctica que no solamente perjudica a las mujeres, sino a toda la sociedad. El tema de la campaña 2018 es Pinta el mundo de naranja: #EscúchameTambién. Ahora es el momento de escuchar con atención cómo México pide justicia.
Nuestro país enfrenta grandes retos respecto a la eliminación de la violencia de género. De acuerdo con la OCDE, México ocupa el lugar 14 de 103 en el indicador que refleja la proporción de mujeres que han sido víctimas de violencia. Según el Inegi, 66.1% de las mujeres ha sufrido, por lo menos una vez en su vida, algún tipo de agresión. Basta de abuso, acoso, desaparición, hostigamiento, intimidación, agresión, maltrato, chantaje, privación, discriminación, asesinato. Es inconcebible que el promedio en México sea de siete feminicidios al día.
Me parece igualmente grave que del total de mujeres víctimas de violencia, solamente 9.4% presenta una denuncia y 2.2% pide apoyo a alguna institución. Esto significa que la gran mayoría de los casos de violencia contra la mujer pasa desapercibida y permanece impune. Esto refleja claramente un vacío en la impartición de justicia, una falla en las políticas públicas enfocadas en atender este problema y la ineficiencia de las instituciones para resolver casos de violencia de género. También es resultado de patrones culturales que, durante mucho tiempo, han denigrado a la mujer y no la consideran un sujeto con derechos.
Aunque la violencia de género sea un reflejo de las relaciones de poder históricamente desiguales entre hombres y mujeres, no es normal. Hay una tendencia a normalizarla e incluso hay ocasiones en que las víctimas no la identifican porque les parece un trato común y aceptable. Son actitudes arraigadas en un esquema cultural que durante mucho tiempo se ha regido por una lógica masculina. El primer paso es aceptar que es un problema sistémico y así poder establecer soluciones efectivas.
Todos tenemos derecho a vivir una vida libre de violencia. Queda un largo camino por recorrer para garantizar el acceso a la justicia y una impartición de la misma con perspectiva de género, pero sobre todo, para lograr un cambio de paradigma cultural que promueva el respeto a los derechos humanos sin importar género, raza o condición social. Lo difícil no es imposible; yo hoy puedo imaginar un futuro sin violencia de género.
Es importante poner atención a actitudes cotidianas que podrían perpetuar estas conductas destructivas. Únete a la campaña, pinta tu corazón de naranja, toma conciencia del problema, pero también realiza acciones específicas para contribuir en la eliminación definitiva de la violencia contra la mujer. ¡Esta causa es de todos!