Angélica Buendía

Retorno a casa: la UAM, entre la desilusión y la esperanza

06/05/2019 |02:35
Redacción El Universal
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La advertencia se cumplió y el récord de días de huelga en nuestra Universidad Autónoma Metropolitana se rebasó con creces. El conflicto laboral que duró poco mas de tres meses mostró diversas facetas, tanto en el ámbito mismo de sus causas, como en el de sus consecuencias. Tras el estallamiento de la huelga presenciamos momentos de mucha tensión. Ahora, con la universidad abierta aún nos queda un largo camino por recorrer.

Desde que inició la huelga se visibilizaron e invisibilizaron diversos actores a título individual y colectivo, con sus intereses y posturas. Quienes aparecieron de inmediato y continúan como protagonistas, aún con la conclusión del conflicto, resguardan su propia idea de universidad y sus beneficios también personales y colectivos. Quienes no se han hecho visibles igualmente comparten una visión de la universidad que quizá no manifiestan públicamente, pero que defienden o defenderán una vez que la institución ha sido abierta. Allí también hay intereses que no son fáciles de develar. En esos extremos caben muchas posibilidades, no obstante, hemos confirmado lo que abunda en los discursos, a veces vacíos de práctica y cargados de demagogia: en la universidad confluyen abundantes posturas, visiones del mundo que divergen y otras tantas que coinciden. Así hemos construido a la UAM y, en general, a las universidades públicas de nuestro país. Pero la diversidad de pensamiento y de ideas en la universidad debiera ir acompañada de la tolerancia, de la sensatez, de la reflexión y, principalmente, del respeto a la institución que nos ha brindado la oportunidad de formarnos, de tener un espacio de trabajo privilegiado, de mantenernos vigentes en nuestro pensamiento y acción. Sin embargo, lamentable y tristemente, la huelga también se constituyó en el espacio ideal para evidenciar nuestras más profundas debilidades, ansias de protagonismo, aspiraciones personales, ambiciones desproporcionadas, frustraciones y arrogancias.

Ha corrido demasiada reflexión y tinta en estos tres meses que se mantuvieron cerradas las puertas de nuestra querida UAM. No voy a abundar aquí sobre los argumentos de los cientos de documentos escritos por los diversos actores de la universidad y de las acciones realizadas, para contribuir a la solución del conflicto. Sólo intentaré una síntesis muy apretada para cerrar mí reflexión. El común denominador fue manifestarse a favor o en contra de los principales actores en la solución del problema, quienes hoy ocupan la posición de autoridades de la UAM y el SITUAM, y ofrecer alternativas e invitar a una pronta salida . Detrás de estos posicionamientos por supuesto hay viejas historias, rencillas renovadas y surgimiento de actores poco visibles en situación normal de la vida universitaria. Hay también, en algunos, desconocimiento de la universidad como institución y como referente social y cultural de nuestro país y del mundo, a pesar de que muchos afirmamos conocerla porque la habitamos.

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Podemos agregar las reiteraciones, quizá tardías y poco afortunadas en el contexto de la huelga, acerca de la necesidad de reflexionar sobre el proyecto universitario que ha hecho de la UAM un referente en la universidades en México y, porque no decirlo, en América Latina y el mundo. De dialogar como comunidad universitaria sobre el pasado, el presente y el futuro de la UAM. Esto último ha cobrado especial relevancia en el contexto del cambio de gobierno y sus discursos, a veces vacíos de argumento, sobre la corrupción y la desigualdad en la universidad; el “olvido” del párrafo séptimo del artículo constitucional referido a la autonomía universitaria en la propuesta de reforma educativa; y de las claras intenciones de recorte presupuestal a la educación superior mexicana, especialmente a las universidades públicas. Habría que agregar, por supuesto, el papel de los diversos medios de comunicación, incluidas las redes sociales, que surgieron como un actor más, a diferencia de la huelga de 2008.

La huelga terminó. Fallamos en todos los pronósticos, salvo en el de “romper un récord” absurdo para que

concluyera. Hoy volvimos a la casa, entre hojas secas, polvo y un silencio que invoca la ausencia de quienes día a día vivimos en ella. Es muy probable que reiniciemos labores en un ambiente de incertidumbre, frustración e irritación. Habrán de confluir aquellos que intenten, aún sin lograrlo, ilustrar magistralmente qué nos condujo a un conflicto de tal magnitud. También quienes tuvieron las soluciones prontas y no fueron escuchados, quienes reclamen y reprochen y quienes busquen recuperar la normalidad abruptamente.

Pero esta huelga no habrá valido la pena si en afán de visibilizarnos o invisibilizarnos a propósito, no asumimos con seriedad, responsabilidad y compromiso universitarios, que urge una reflexión estructurada y realmente colectiva, que nos conduzca a revalorar nuestro proyecto universitario, a (re) construir, (re) construirnos y (re) configurarnos como comunidad universitaria. En el contexto de la huelga han surgido ya algunos temas que debemos abordar, mismos que insistentemente hemos venido planteando desde hace algún tiempo en diferentes foros dentro y fuera de la UAM. Me refiero al gobierno, la gobernabilidad y la gobernanza de la universidad; a la cobertura y sus implicaciones en el ingreso, permanencia y egreso de los estudiantes; al análisis de las diversas trayectorias académicas y docentes y su reconocimiento material y simbólico; a la particularidad de las relaciones laborales y el sindicalismo en la universidad; a la necesidad de una gestión que apoye el desarrollo y consolidación de las funciones sustantivas de la universidad y no se impoga sobre sus funciones sustantivas para burocratizarlas; y, al uso racional de los recursos y a la transparencia y la rendición de cuentas; sólo por citar algunos.

Tenemos esta deuda con nuestros alumnos, con nuestra UAM, con el resto de las universidades e instituciones de educación superior y con nuestro país. Si eso no pasará, si nos gana la rutina y la apatía, si nos abanderamos en la arrogancia y petulancia de la sabiduría, si buscamos el reflector y no la reflexión seria y argumentada, y regresamos al punto del que partimos; entonces sólo nos quedará esperar a la siguiente huelga que, con poca suerte, se proponga romper este nuevo record registrado ya en la historia de una organización generosa y benevolente con quienes somos y seremos privilegiados de tener un espacio en esta siempre Casa abierta al tiempo, a nuestro tiempo.