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Con la llegada de López Obrador al gobierno de la República las expectativas sobre su gobierno son amplias, la prensa internacional atribuye este triunfo como el de la izquierda en México, pero para ser calificado de algo no basta con parecer. En los últimos años del siglo pasado y en los primeros del presente han accedido al poder en países como Bolivia, Argentina, Venezuela, Brasil, Nicaragua, Colombia, movimientos y/o personajes que fueron calificados de izquierda, algunos en efecto lo eran, otros recién salían del ejército, la milicia, la academia o de los partidos tradicionales del sistema y entendieron que derivado de la incapacidad del modelo económico para satisfacer las demandas ciudadanas presentarse como de izquierda sería de gran rentabilidad política; pero el discurso, las palabras y la realidad pueden ser muy distintas, porque una cosa es decir y otra muy distinta es hacer.
—En la izquierda el hombre es el ser dotado de una razón todopoderosa, capaz de idear y modelar sociedades de individuos perfectamente iguales y felices, comunidades capaces de realizar la bondad natural del hombre —escribe Norberto Bobbio en su obra Derecha e Izquierda, para establecer la común característica de quienes se asumen como tal. La filosofía con la que nos plantea el hombre su visión, tiene la característica de la acción humana —la razón— y es en ella que la izquierda contemporánea ha planteado su principal plan de acción, en el que definirse como hombres y mujeres de izquierda requiere un piso mínimo exigible cuando se llega al gobierno y es hacer valer que una política de izquierda implica por lo menos que: el Estado se vuelva el instrumento político de la sociedad y garantice que todos sus integrantes tengan el mínimo vital para su desarrollo, abata la desigualdad social, económica y garantice el funcionamiento de las instituciones democráticas del Estado, separando a éstas cada vez más de la influencia de las perversiones del poder presidencial. Un gobierno de izquierda llevaría a cabo un proceso de redistribución de la riqueza dejando atrás el asistencialismo clientelar basado en programas discrecionales que hacen a los ciudadanos dependientes y que vulneran una infinidad de derechos, restringiendo a su vez las libertades democráticas de una sociedad.
La izquierda democrática progresista, ciudadanos, intelectuales, partidos políticos, jóvenes, universitarios, campesinos y empresarios en el presente tiempo, somos parte de una generación que rechaza la idea de que un solo hombre o un solo partido es la solución a todos los males de la sociedad, nuestro país no necesita caudillos, mesías o partidos únicos, sino contrapesos que impidan los excesos del poder, instituciones con plena eficacia y autonomía, así como un Estado de Derecho constitucional que haga que las leyes sean respetadas y aplicadas, transparencia en el uso de los recurso sin perversiones disfrazadas de austeridad, necesitamos un gobierno de instituciones, no el de un solo hombre.
En un México con 53.4 millones de ciudadanos en pobreza y con 56.9% de sus trabajadores en la informalidad, tenemos que ser la voz en acción que defienda el derecho de todos a disentir, para que frente a los abusos del poder encuentren la solidaridad del movimiento organizado y la izquierda progresista, así juntos logremos impedir que el silencio se apodere de la vida pública, que los cambios que los ciudadanos esperan sean una realidad, porque nuestro papel no es ni debe ser solo el de la crítica, sino el de las propuestas, organización y seguimiento; para que todo aquel que coincida en que estamos frente a las más grande oportunidad de hacer que en nuestro país las cosas de verdad cambien se sumen, de lo contrario todo seguirá igual; la puerta ha sido abierta, es momento de hacer nuestra la casa.
Secretario general del PRD