Antes de que hiciera su informe anual en el Congreso, había señales de que la Casa Blanca intentaría hacer algo diferente: un discurso moderado, optimista, leído en que Trump se posicionara como un negociador que había logrado grandes éxitos y se estaba posicionando para hacer más. El tema migratorio se sabia, iba a ser clave en el discurso, pero también se hablaba de la posibilidad que pusiera en la agenda nacional temas como infraestructura y comercio, que también tendrían consecuencias para Mexico.

Trump lo logro. Siguió el guión y dio un discurso que por su tono era mas moderado e incluyente de lo normal, o por lo menos de lo que nos tiene acostumbrados. Sus invitados al evento también representaban la pluralidad del país, con personas de distintos orígenes, edades y profesiones.

Desde luego, tiró golpes sutiles pero duros en algunos momentos, como cuando dijo que “todos los estadounidenses son soñadores” (para quitarle a los jóvenes indocumentados ese nombre) o cuando inició la sección del discurso sobre migración con una anécdota sobre las pandillas, sugiriendo sin decirlo que haya una conexión entre migrantes y crimen.

Mis amigos y colegas, demócratas y republicanos, que son en su gran mayoría afines a una política migratoria incluyente y una política exterior activa reaccionaron con desdén al discurso del presidente, ofendidos por las señales abiertamente xenófobas, si bien eran menos estridentes de lo normal, y por su visión de un EU solitario en el mundo.

Sin embargo, hay que reconocer que Trump logró lo que quiso: si bien no convenció al establishment ni a los votantes más liberales, sí logró no parecer un líder sectario y demagógico como normalmente hace. Y sospecho que sí logró expandir su base de apoyo por primera vez, tratando de ser un hombre de Estado y no un líder insurgente y radical.

Ahora habrá que ver si puede seguir por ese camino o si regresa a ser el líder divisivo, impredecible y muchas veces vulgar que hemos conocido durante su primer año de gestión.

Sin duda el tema más controversial que tocó fue el de migración, en el que propuso cuatro pilares: seguridad, legalización de los soñadores, la desaparición de las visas por diversidad y la desaparición de las visas para hermanos de ciudadanos.

Los demócratas han rechazado este marco para negociación, porque el contenido de cada pilar es muy poco favorable a los migrantes —muchísima seguridad, poca legalización y recortes importantes a las visas legales. El resultado sería reducir de manera significativa la migración legal y crear un aparato de control de migración interna y externa mucho más robusto de lo que existe ahora, a cambio de legalizar quizás 1.8 millones de personas, una sexta parte de la población indocumentada. No es un acuerdo que los demócratas pueden aceptar.

Pero todo depende de la intención. Los pilares son los mismos que los de la reforma migratoria que se intentó de forma bipartidista en 2013, nada más que con diferente énfasis en cada uno.

Así quedamos con su propuesta. Si se pueden ajustar las medidas — extender más la legalización, negociar un sistema de control migratorio que no sea desproporcionado y ajustar las visas legales de una forma balanceada (incluyendo algunos de trabajo, por ejemplo, al lado de los recortes familiares), podría salir un pastel muy rico — es decir, una reforma migratoria que tenga apoyo en los dos partidos. Pero si la intención es que se haga exactamente como lo dijo Trump, no habrá pastel, sino sólo una pasta incomestible que no pueden digerir ni demócratas ni republicanos, ni los ciudadanos.

Esto será el primer reto del “nuevo Trump”. No sabemos si será capaz de ser negociador en buena fe, de sacar adelante una propuesta que vaya consensuándose, o si el informe a la nación fue sólo un momento aislado y regresaremos a tener un presidente inflexible, soberbio y sectario. Mi parte emocional quiere y desea lo primero, creer que estamos ante un parteaguas en la política estadounidense, pero mi parte racional sabe que probablemente será lo segundo, que todo seguirá igual, sin resoluciones en temas clave y con una división creciente y cruenta en el país, y con la vida y futuro de millones de inmigrantes en la incertidumbre. Ojalá me equivoque.

Presidente del Instituto de Políticas
Migratorias

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