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Por quinta vez en seis años un mexicano lleva el premio al mejor director en la ceremonia de los Oscares. No hay duda de que la película Roma merecía un gran reconocimiento, por su dirección, cinematografía, guión y actuación. Es un esfuerzo original, sensible en su humanidad y a la vez lacerante por los temas que pone en la mesa del debate, una obra que marca el regreso de Cuarón a temas mexicanos y al idioma español sin perder su impacto y audiencia a nivel global.
Pero ese galardón —y los otros que han recibido varios directores, actrices y actores, guionistas y otros cineastas mexicanos en los últimos años en Estados Unidos— también muestra la interconexión entre estos dos países en cuanto a la creación artística. El talento mexicano y la industria de Hollywood están profundamente interrelacionados. El talento mexicano se mueve al norte y al sur de la frontera con facilidad, como lo hace Cuarón, beneficiándose de las ventajas comparativas de los estudios y financiamiento de Hollywood sin perder la inspiración y originalidad mexicana.
Es a veces difícil en estos rudos tiempos políticos reconocer estas crecientes interconexiones, sobre todo cuando el presidente de los Estados Unidos quiere construir un muro en la frontera compartida. Pero la realidad es que los dos países siguen profundizando sus encuentros y espacio compartido, desde el cine hasta la producción económica. En el libro Vanishing Frontiers (Fronteras que se desvanecen) hago un recuento de algunas de estas conexiones que a veces sorprenden en medio de momentos turbulentos.
Empresas mexicanas dominan múltiples industrias en Estados Unidos, desde el pan (Bimbo), la leche (Lala) y las salchichas (Sigma), a los clavos (DeAcero), frenos (Rassini) y servicios celulares prepagados (Carso). Empresas norteamericanas, como Walmart, Ford y General Electric, también tienen pie en México, con inversiones que fluyen hacia el norte y hacia el sur. Pero es en los intercambios humanos, las relaciones entre comunidades fronterizas, la creación artística de los cineastas, chefs y músicos, y las influencias culturales que son producto de migraciones hacia el norte y el sur, donde radican los nexos más profundos y también los más frágiles.
Hoy en día hay más de once millones de mexicanos viviendo en Estados Unidos, y casi uno de cada ocho estadounidenses tiene raíces ancestrales en México. Mientras tanto, sigue creciendo el número de estadounidenses en México que ahora probablemente queda entre un millón y dos millones. Estas relaciones forman lazos críticos de entendimiento cultural entre los dos países y son factores que van acercando a los dos países en muchos sentidos. Pero también encuentran presiones, sobre todo al norte de la frontera, entre algunos que temen el cambio cultural y las influencias del otro lado de la frontera.
Pero pese a esas resistencias, que a veces se expresan en lo político, el encuentro mutuo entre México y Estados Unidos sigue adelante, y los Oscares que fueron dados a Alfonso Cuarón, si bien son producto de su talento y visión únicos, también nos recuerdan de estos lazos que no solo no desaparecerán, sino seguirán profundizándose en el futuro.
*** En el Instituto de Políticas Migratorias (MPI) tuvimos el gusto de recibir a la secretaria de Gobernación, Olga Sánchez Cordero, durante su visita a Washington el jueves. Habló del enfoque del gobierno actual sobre las políticas migratorias hacia los centroamericanos, sobre todo el intento de documentar a los que entran al país para evitar el cruce irregular, y una apuesta a que muchos decidirán quedarse en México si tienen documentos legales. Sigue siendo un experimento, pero es meritorio que se está intentando abordar la migración de esta forma moderna y proactiva.