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Escribo estas líneas desde Tapachula, Chiapas, en la frontera con Guatemala, en donde un simple paseo por la ciudad revela la cantidad de extranjeros de Haití, Cuba, India, países africanos y otros lugares distantes que pasean por esta ciudad. Si bien casi toda la atención en México y Estados Unidos se enfoca en los migrantes irregulares que vienen del llamado Triángulo del Norte de Centroamérica —Guatemala, Honduras y El Salvador— también hay un número importante de migrantes irregulares de lugares un poco o mucho más lejanos que están haciendo un viaje peligroso por México para intentar llegar a los Estados Unidos.
Desde octubre hasta mayo, según fuentes oficiales del gobierno de Estados Unidos, casi 7 por ciento de los 593,507 migrantes aprehendidos en la frontera México-EU vienen de países más allá del Triángulo del Norte (que contribuye con 75%) y México (18%). En los dos años fiscales anteriores (que en Estados Unidos abarca desde octubre hasta septiembre), el porcentaje de migrantes de otros países rondaba por el 4% y era mucho menor antes de 2016. Así que al mismo tiempo que se ha incrementado el número de migrantes irregulares, también ha aumentado el porcentaje de los que vienen más allá del Triángulo del Norte y México.
Todavía no tenemos detalles sobre los países de origen de estos migrantes que llegan hasta la frontera México-Estados Unidos, de países ajenos al Triángulo del Norte, pero una mirada a las detenciones de migrantes en México nos da una perspectiva sobre la distribución probable de los migrantes irregulares que pasan por México. De enero a mayo de este año, 16.5% de los migrantes detenidos en México eran de países distintos a Guatemala, Honduras y El Salvador, de los cuales migrantes latinoamericanos formaban el grupo más nutrido: cubanos (5.5%), haitianos (2.6%) y nicaragüenses (1.7%), con un pequeño grupo de Sudamérica (1.2%, principalmente de Brasil, Colombia y Venezuela). De los que vienen del otro hemisferio, los migrantes africanos contabilizaban un 3.6%, principalmente de Congo y Camerún, y los de Asia un 1.6%, mayormente de la India y Bangladesh.
En otras palabras, los guatemaltecos, hondureños y salvadoreños siguen siendo preponderantes entre los migrantes irregulares que están detenidos y registrados en México, así como entre los que están detenidos en la frontera con los Estados Unidos, pero sí hay un número creciente de los que vienen de Cuba y Haití, donde la situación económica y política no es nada alentadora, y de Nicaragua, en donde el conflicto político agudo ha conllevado a una mal estado económico y una fuga masiva de connacionales.
Los africanos y asiáticos siguen teniendo menor peso entre los migrantes irregulares detenidos en México, pero tampoco son números insignificantes ya que se refiere a personas que vienen de muy lejos y llegan a México en general a través de vuelos a Brasil o Ecuador y luego de días y días de viaje por Sud y Centroamérica. Habría que preguntar cómo estos viajes de tan lejos están organizados, quién facilita y guía sus pasos y cómo obtienen documentos para transitar en algunos de los países que cruzan.
Aquí hay una agenda que se presta a un diálogo —y a algunas acciones concretas en cuanto a tráfico y trata de personas— a nivel regional. Sobre todo con los flujos crecientes de personas que cruzan múltiples territorios para llegar a su meta, hay una responsabilidad compartida más allá de México y Estados Unidos para hacer frente a las redes que permiten estos movimientos. Y aquí hay una oportunidad de sumar voluntades de otros países para explorar los motivos y los métodos de estos viajes a distancia.
Presidente del Instituto de Políticas Migratorias