Ayer más de 300 periódicos publicaron editoriales a favor de la libertad de expresión y en contra de las amenazas a que han estado sujetos los periodistas en el ejercicio de su profesión. Esto podría haber tenido lugar en México, un país en que decenas de periodistas han sido asesinados en recientes años y en donde algunos de los políticos están acostumbrados a usar sobornos y amenazas para conseguir la cobertura favorable, pero en este caso no lo fue, sino más bien en EU.

Originalmente una iniciativa del periódico Boston Globe, fue acuñado como un esfuerzo conjunto por parte de periódicos en todo el país vecino, como respuesta a los ataques verbales a que han sido sujetos los periodistas por parte de Trump y algunos de sus seguidores. Trump frecuentemente llama a la prensa “el enemigo del pueblo” y califica como falsas las notas periodísticas que lo critican. En sus mítines políticos algunos seguidores han agredido a los periodistas que lo cubren, intentando amedrentar a los corresponsales.

Si bien la gran mayoría de los estadounidenses siguen creyendo que una prensa libre es un contrapeso esencial de una democracia, casi la mitad de los votantes que se identifican como republicanos no comparten este punto de vista, según una encuesta del Centro Pew, publicada esta semana. Cada vez más la visión hacia la prensa libre entre estadounidenses está dividida según la afiliación partidista —o por lo menos los que simpatizan o no con Trump.

Siempre han habido escépticos de la prensa en los extremos de los dos partidos estadounidenses, pero desde que llegó Trump a la presidencia estas divisiones se han ahondado. Trump ha criticado duramente a los medios y cuestionado su veracidad, descalificándolos como contrapesos necesarios en una sociedad democrática. El ha hecho algo similar al Buró Federal de Investigaciones (FBI, por sus siglas en inglés), la agencia gubernamental policial que lo ha estado investigando por colusión con el gobierno ruso. Lo mismo que ha hecho con jueces que fallan contra el gobierno, inmigrantes que cruzan la frontera y legisladores del partido demócrata.

Esta forma de ejercer el poder —descalificando a quienes se atreven a cuestionarlo o quienes resultan útil para echarles la culpa de los problemas nacionales— no ha logrado ganarle a Trump las simpatías de la mayoría de estadounidenses, que siguen siendo escépticos de su gestión en la Casa Blanca, pero sí ha logrado animar su base política dura. Como estrategia política es posible que funcione en este ciclo electoral en 2018, en que se elige un nuevo Congreso, o en 2020, cuando Trump buscaría la reelección como presidente, ya que una base motivada puede a veces ganar a una mayoría apática. No es seguro, pero es posible.

Pero esta estrategia también está dejando un país dividido y minando el consenso que una vez existía alrededor de instituciones y valores básicos de la democracia. Ahí no hay daño mayor que el que se ha atestado contra el consenso que una vez existía de que una sociedad democrática necesita medios de comunicación independientes, fuertes y plurales.

En México, afortunadamente, no se ha dado una campaña sostenida por parte de ningún candidato contra los medios, pero aquí los daños han llegado por otro lado, por la compra y coacción a empresas de comunicación y las amenazas permanentes a la vida de los periodistas que hacen investigación. Son razones y rutas distintas, pero quizás llevan al mismo lugar, debilitando la capacidad de los ciudadanos de vigilar a sus autoridades y conocer la verdad del ejercicio de poder, anclas de una sociedad democrática.

Presidente del Instituto de Políticas
Migratorias

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses