El debate presidencial que tuvo lugar en Tijuana hace unos días no fue, seamos sinceros, el más emocionante.

Sin embargo, fue novedoso y meritorio que el Instituto Nacional Electoral (INE) haya propuesto realizar un debate en la frontera sobre temas internacionales y de migración. Fue un reconocimiento justo a que más de una décima parte de los mexicanos viven en el exterior y que México depende profundamente de sus lazos económicos globales, y también de que las ciudades fronterizas viven estas realidades de una forma aún más profunda y tangible.

Ojalá que en Estados Unidos en algún momento se decida programar un debate en la frontera con México en reconocimiento de los lazos que nos unen y del millón de estadounidenses que viven en México, la población migrante más grande de ese país por mucho. Propondría una de las dos ciudades grandes de la frontera: San Diego, California, o El Paso, Texas, como opciones, o inclusive Nogales, Arizona, o Laredo, Texas, ciudades más pequeñas pero con historias de integración con México muy notables. O también podría ser Los Angeles, Tucson, Phoenix, San Antonio o Dallas, que cada vez más son ciudades fronterizas, con conexiones muy estrechas con México, a pesar de no estar físicamente en la frontera.

Pero algo le faltó al debate en Tijuana y desafortunadamente fue justamente el interés y la pasión de los candidatos presidenciales para los temas discutidos. Algunos mostraron su desinterés tratando de hacer comentarios sobre otros temas que no venían al caso, otros tenían respuestas atinadas a las preguntas, pero parecían más propuestas estudiadas que compromisos de fondo. Nadie convenció de que verdaderamente le preocupan los temas de política exterior o de relación con los mexicanos en el exterior.

Para empezar, al referirse a los connacionales en extranjero, todos los candidatos enfocaron sus baterías en la protección de los indocumentados, lo cual es un tema sumamente importante y necesario en estos momentos, pero no incluye la totalidad, ni la mayoría de mexicanos que viven fuera del país. En ningún momento realmente abordaron cómo incluirían a los mexicanos que viven fuera del país en su proyecto de nación o parecían reconocer su realidad particular. No es un tema fácil, porque es un grupo que en su gran mayoría ha decidido quedarse a vivir fuera, pero muchos siguen anhelando un vinculo con su país de origen y a lideres políticos que reconozcan su existencia.

Tampoco se vio que los candidatos entiendan las complejidades de la economía mexicana, que depende de las exportaciones en más de una tercera parte del producto interno bruto (PIB), que en un 80 por ciento van a Estados Unidos. Habían llamados para endurecer posturas con Donald Trump, diversificar las exportaciones hacia otros países y de invertir más en el mercado interno, todas propuestas loables, pero sin mostrar evidencias de que entendían lo imbricada que está la economía mexicana en la global y lo difícil que es cambiar los patrones existentes.

Casi todas sus propuestas con el gobierno de Estados Unidos también se enfocaron en Trump, sin duda un tema muy importante dado su impredecibilidad y su dureza contra México, pero parecían no reconocer la amplia gama de otros actores políticos en el país vecino con quienes habría que estrechar relaciones como contrapeso —gobernadores, senadores, diputados, alcaldes, organizaciones cívicas y empresariales y las asociaciones latinas y de migrantes. Todos parecen tener una visión tradicional, unidimensional de la diplomacia como asunto entre jefes de Estado.

Finalmente, faltó por completo alguna mirada sobre el resto del mundo. Ese mismo día se habían concluido elecciones muy cuestionadas en Venezuela, pero no hubo mención del país, ni tampoco de Cuba, que está viviendo una transición política delicada y tiene lazos históricos con México, ni de Brasil, el otro país de peso en América Latina, ni de China, la otra superpotencia mundial emergente, ni de la Unión Europea, que acaba de firmar un nuevo tratado de libre comercio con México. Ni tampoco hubo debate sobre el rol de México en las instituciones internacionales y que papel quiere jugar en el sistema internacional.

Es cierto que muchos candidatos en el mundo llegan a la silla presidencial sin haber pensado profundamente sobre los temas internacionales y tienen que aprenderlos sobre la marcha. Pero en el caso de México, que depende de la economía global más que muchos otros países y que tiene una diáspora grande afuera, estos temas cobran mayor importancia. Temo que el debate fue una señal clara del desinterés no sólo de esos cuatro hombres hacia los migrantes y lo internacional, sino de toda la clase política.

Presidente del Instituto de Políticas Migratorias

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