Solemos hablar con frecuencia del .01% de la población en términos de billones de dólares, acciones en la bolsa de valores o representación dentro del Producto Interno Bruto nacional... el famoso “top One Percent”. Pero, de la misma forma, existe un .01% que se dedica a un bien más trascendental. A la supervivencia y el bienestar de la colectividad. Ocupaciones que rebasan el corto plazo y los intereses mundanos de la cotidianidad.
Eduard Punset fue una de esas excepciones pertenecientes al .01%. Su ocupación por la ciencia y problemas relevantes como la edición genética, el cambio climático, la erradicación de la pobreza, la inteligencia emocional, el sentido de la felicidad, la descomposición atómica y los alcances/peligros de la inteligencia artificial; fueron entre otros, su ocupación ininterrumpida.
Eduardo Punset fue un hombre del Renacimiento. Para el renacentista, no es relevante lo que sabes; sino el “cómo” y el “porqué” de lo conocido. “Enlightenment” era la huella de Eduard. Iluminarnos y hacernos libres de fantasmas, auto-engaños y mitos. Su método: cuestionarnos todo. Comenzando por nuestras propias narrativas. Su “cómo“, una pócima sine qua non, conjugada por una gracia seductora. Algo así como una combinación misteriosa de átomos, que al hacer fricción, conllevan entusiasmo y amor por aprender/enseñar. No existe fórmula referente en la especie humana.
Un librepensador, sin ataduras ni fantasmas. Generoso por convicción. Curioso por natura. Explorador por destino. Amigo entrañable.
Eduard apostó por la ciencia como el mejor método de lograr progreso incluyente. Nunca dejo de preguntar ni de preguntarse: ¿Por qué amamos? ¿Por qué los celos son importantes? ¿Qué es el miedo? ¿Por qué nos creamos enemigos? ¿Por qué la felicidad es una antesala? ¿Qué es la memoria? ¿De dónde viene el dolor? ¿Qué nos mueve? ¿Por que los átomos nos hacen únicos?
Punset, un tipo de Carl Sagan del mundo hispano, supo detonar a través de su programa Redes, de su Fundación para la Razón y la Ciencia (de la cual tuve el honor, junto con Oscar Espinoza, de ser parte desde sus inicios) y sus relevantes libros; mentes inquisitivas y cuestionamientos críticos.
Sin duda, arquetipo de polímata (sabía de todos los temas, y con profundidad) y escéptico metódico, logró enseñar a pensar. Sin embargo, su pasión, era el SER de carne y hueso. El dolor ajeno y el propio, la identidad y los miedos, los recuerdos, las memorias y las aspiraciones.
Eduard será recordado por sus libros y por sus letras; por sus programas incansables de descubrir cerebros y de divulgar ideas. Pero, sobre todo, para los que tuvimos la fortuna de la magia de su cercanía, será recordado por su dignidad humana. Su capacidad de ser amado y amable, su talento de provocar al otro. Él ya no se encuentra con nosotros pero, debido a su encanto y legado, lo estará por siempre.
Doctor en Políticas Públicas.
Embajador de Buena Voluntad UNESCO