Pocos placeres tan democráticos como caminar algún rincón de nuestra patria y darse el tiempo de conocer sus bellezas naturales, tradiciones, gastronomía y cultura. Más aún, cuando ese disfrute contribuye a fortalecer la identidad, el orgullo y la economía de los lugareños, porque se cierra un círculo virtuoso que preserva y difunde el encanto.
Más allá del placer o el romanticismo, tengamos claro que el turismo es uno de los principales motores económicos de México: aporta 8.7% del PIB, es decir, más que la construcción y la minería, incluyendo al petróleo o el sector primario.
A la fecha, el sector turístico es el tercer generador neto de divisas para México. Quizá por ello, convertir a Metepec en Pueblo Mágico, fue uno de los logros más satisfactorios como presidenta municipal y no por el nombramiento, sino por la oportunidad de crecimiento económico que representó para mis vecinos: en sólo dos años, según datos del Censo Económico 2014, mi municipio fue el Pueblo Mágico con la participación más destacada en el Índice de Desarrollo Turístico.
Cierto, ya existía su hermosa alfarería en la que destacan los árboles de la vida de barro, sus tradiciones religiosas, su ex convento del siglo XVI, su ubicación privilegiada a solo 40 minutos de la capital del país, pero no teníamos banquetas en numerosas calles de su Ciudad Típica, ni habíamos hermoseado sus fachadas con el colorido tan mexicano que hoy lucen, ni existía un Reglamento de Imagen Urbana, capacitación a los prestadores de servicios o la señalización necesaria para guiar a los visitantes hacia sus principales puntos turísticos.
Es decir, se requirió de inversión, difusión y esfuerzos coordinados entre los tres ámbitos de gobierno y la sociedad, para sumarse a los 10 millones de mexicanos que hoy en México tienen empleo de forma directa o indirecta, gracias al turismo.
Impulsar el turismo, demanda una estrategia basada en la coordinación, transversalidad, competitividad y sustentabilidad, entendiendo que también es un medio eficaz para combatir la pobreza y la marginación, empezando por servicios como agua, luz, educación, vialidades, drenaje, conectividad, iluminación o espacios públicos.
En medio de la destrucción de símbolos, normas e instituciones emprendida por Morena, lo que muchos no alcanzamos a ver son los cimientos del nuevo régimen. En el caso del turismo, siendo una fuente de ingresos tan relevante y con el potencial de México, estamos en el mundo al revés:
Perdimos la oportunidad de tener un aeropuerto internacional que genere empleos y servicios en el corazón del país, y con una vida de largo aliento: ahora el gobierno federal dilapida miles de millones de dólares en una obra que no se realizará y gana la desconfianza de los inversionistas.
Esta semana, siendo el sexto país más visitado del mundo, nos enteramos que se eliminará el Consejo de Promoción Turística de México, en aras de la “austeridad republicana”, aunque eso sí: el Derecho de No Residente, financiará un proyecto sin estudios de impacto ambiental ni de costo-beneficio: el Tren Maya.
Y a días de conocer el Presupuesto de Egresos 2019, existe el temor de que desaparezcan los recursos del programa Pueblos Mágicos, usados para mejorar infraestructura y equipamiento, capacitar prestadores turísticos y apoyar la movilidad de turistas.
Atentar contra el turismo no es una buena idea. En su momento el presidente Felipe Calderón pretendió desaparecer la Secretaría de Turismo por motivos económicos y rectificó.
El argumento de quienes integran la autodenominada Cuarta Transformación es que estamos frente a un cambio de régimen. La pregunta es, ¿cuáles son sus cimientos? Esperemos que el Paquete Económico traiga certidumbre.
Diputada Federal del Estado de México.
@AnaLiliaHerrera