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Hacia 1976 la clase política priísta se congregaba en torno a Mario Moya Palencia. Político culto, brillante, sagaz, era el titular de la Secretaría de Gobernación, que en aquellos años era la antesala a la Presidencia. ¿No habían salido del Palacio de los Cobián Miguel Alemán, Adolfo Ruiz Cortines, Gustavo Díaz Ordaz y el mismísimo Luis Echeverría?
Sin embargo, el Gran Elector, un mago en el engaño político, tenía otros planes. Echeverría dejó que la cargada se hiciera “moyista”, pero al final le quitó la capucha a su “hermano”, José López Portillo. La manada frenó la estampida y cambió de ruta. Por primera vez el candidato salía de la Secretaría de Hacienda.
Los presidentes priístas siempre han jugado con las viejas reglas del “tapadismo”, pero con una modalidad propia. En 1988, por ejemplo, para desvirtuar la idea que circulaba en los medios de que los aspirantes acudían, en encuentros discretos, a una suerte de examen ante el Consejo Mexicano de Hombres de Negocios (CMHN), Miguel de la Madrid introdujo un ejercicio de simulación, la “pasarela” de seis distinguidos priítas: Ramón Aguirre, Manuel Bartlett, Alfredo del Mazo González, Miguel González Avelar y el elegido, Carlos Salinas de Gortari.
Viejo lobo de mar y actor principal en otros destapes, Emilio Gamboa es el epítome del político priísta: disciplinado, experto en decodificar las señales del, ahora, Gran Selector. Si Gamboa mencionó a cuatro aspirantes (Meade, Osorio, Narro y Nuño) es porque así fue instruido. No incluyó a Luis Videgaray. Pero Enrique Ochoa le enmendó la plana: “En este momento el PRI tiene un lente más amplio”.
En estos días, distintas señales parecen anticipar el desenlace: el ungido será José Antonio Meade, el más presentable de los aspirantes, de trayectoria sobresaliente, sencillez en el trato, honesto y bien recibido por “los dueños de México”. Los priístas juran que Meade es El tapado. ¿Lo será? ¿En serio?
Los argumentos para excluir a Luis Videgaray del juego sucesorio son varios; uno mayúsculo, que dizque el propio Videgaray se ha descartado. Pero, por favor, lo inaudito habría sido que se auto-encartara. Otro, que “el emisario de los dioses”, Gamboa, lo omitió. Se dice, también, que tiene un bajo nivel en las encuestas, muy distante de Miguel Osorio Chong, pero su inclusión no depende de encuestas, sino de la percepción de Enrique Peña Nieto. Tan es así, que hace unos meses, durante una sesión con periodistas de Radio Fórmula, el Presidente les dijo que el candidato puede ser casi un desconocido, ya lo conocerán durante la campaña, advirtió.
Videgaray es el candidato del Presidente. En primer lugar, porque no hay nadie con su cercanía política, afectiva; de hecho, El aprendiz cogobierna con Peña: ha sido factor esencial en las grandes decisiones, en la integración del gabinete y en la postulación de candidatos a puestos de elección popular; fue su idea traer al candidato Trump a México y darle trato de jefe de Estado; conduce las relaciones del gobierno aún en materias propias de otros miembros del gabinete... Peña le ha encargado, incluso, la atención de asuntos personalísimos, de su esfera íntima. Ante los retos de nuestra vecindad, el canciller es el único con acceso directo al círculo más estrecho de Trump. De hecho, Peña no podría gobernar sin Videgaray.
La última, suprema muestra de cariño, admiración y respeto sería hacerlo candidato del PRI a la Presidencia de la República, y nada le gustaría más a Enrique Ochoa que “destapar” a quien ha sido su mentor y es su ejemplo.
No obstante, si las circunstancias impiden que Videgaray llegue, Meade puede ser el reemplazo ideal.
En el primer tramo de esta administración, Meade debía consultarle a Videgaray incluso asuntos menores. Hoy, su trato con el Presidente ya no pasa por su amigo (quien lo llevó al gabinete); como titular de la Cancillería viajó mucho por el mundo al lado de Peña Nieto y su inteligencia y bonhomía le permitieron una cercanía muy real que no tenía en el principio.
Si no es el elegido, Videgaray será el consejero privilegiado que orientará las “palabras mayores” y, sin asomo de duda, le dirá que, de no ser él, no puede ser otro que su hermano y camarada, jugador en las “grandes ligas”, con quien selló un pacto indisoluble desde los años de travesuras políticas en su alma máter, el ITAM.
Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario.
@alfonsozarate