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Llegó la hora del juicio final. La pequeñez, la vulgaridad y la glotonería de quienes integraron la cofradía mexiquense se evidencia hasta el final. La mujer del presidente, Angélica Rivera, no pudo esperar al primero de diciembre, decidió disfrutar hasta el límite los privilegios de ser la “primera dama”: el acompañamiento del Estado Mayor Presidencial en sus vacaciones, a todo lujo, en París.
Su alejamiento de la realidad se exhibe cuando alegan que heredan un país mejor al que recibieron, y su voracidad en el turbio destino de miles de millones de pesos que desviaron de las cuentas públicas, en los moches y en sus arreglos con las constructoras consentidas... Esas jugosas cantidades —como las de La Estafa Maestra— bien pueden paliar el dolor de la derrota (¿no dice el sabio refrán: “las penas con pan son menos”?). No es difícil imaginar que cuando se percataron de la inevitabilidad de la derrota, decidieron usar el “cochinito” —los recursos previstos para la compra de votos— para sus “fondos de retiro”.
La liturgia del sistema político mexicano puede ser muy cruel. “El Olimpo de Los Pinos solo tiene lugar para uno”, escribió hace muchos años, Luis Suárez. La elección del nuevo tlatoani implica otorgarle extraordinarios poderes y se acompaña con la declinación del presidente que concluye. Mientras Peña Nieto languidece, López Obrador —el verdadero presidente en funciones— se adueña de la agenda y del escenario, le hace sentir a la clase política quien manda ahora, y les restriega en su cara que echará para atrás la reforma educativa.
Pero en el caso de Peña Nieto el ocaso es más duro porque no le entrega al poder a uno de los suyos, sino al candidato que representa todo lo contrario a lo que él es: austeridad, honestidad, cercanía a la gente. Su despedida es más triste por el repudio social con el que concluye, y por la dimensión estrepitosa de la derrota: en la elección presidencial el tricolor fue confinado a un lastimoso tercer lugar.
Con un dejo de sarcasmo, José Elías Romero Apis tituló a su libro más reciente: El Jefe de la Banda. Con Peña Nieto a la cabeza, llegó al poder —con honrosas excepciones— una camarilla voraz e inepta, en la que sobresalen Gerardo Ruiz Esparza, Rosario Robles y Luis Enrique Miranda. Y con ellos llegaron los arreglos con OHL, Odebrecht, Grupo Higa y otros más… las asignaciones directas, lo sobreprecios… el asalto al poder.
Los que se van heredan malas cuentas en los temas más sensibles para la sociedad: seguridad, corrupción, impunidad, economía. Crecieron la deuda pública y el gasto corriente, pero el país se mantuvo estancado. La delincuencia es hoy una mancha que avanza y que alcanza lo mismo a los mayores polos de atracción del turismo (Acapulco, Puerto Vallarta, Cancún y Los Cabos) que a regiones enteras.
Marcará a esta administración también la ineptitud: el fracaso de los “mega proyectos”; la cancelación del tren México-Querétaro y del Corredor Industrial y Logístico del Istmo de Tehuantepec; la marcha a tropezones del tren rápido a Toluca; los muertos en el socavón de Cuernavaca y, por si fuera poco, los cuestionamientos al nuevo aeropuerto.
Peña Nieto habría querido ser recordado por las reformas estructurales. Pero la memoria colectiva es tacaña. A Juárez se le recuerda, sobre todo, por las Leyes de Reforma y la defensa de México frente a la intervención. A Lázaro Cárdenas por la expropiación petrolera y el reparto agrario. A Díaz Ordaz por los hechos de 1968… En el registro histórico sobre Peña Nieto estarán la casa blanca, La Estafa Maestra, el dispendio y los escándalos de corrupción, Ayotzinapa y la “verdad histórica”, la invitación a Trump, la protección para otorgar impunidad a sus cercanos, los nuevos entendimientos con el gobierno de Trump y sus duros impactos sobre sectores estratégicos de la industria mexicana, y la violencia criminal…
Un gobierno fallido, pues. Dejan un país muy lastimado, pero no se van con las manos vacías. ¿No decía el maestro Hank que un político pobre era un pobre político?
Presidente de GCI. @alfonsozarate