Parece una maldición, pero en nuestro sistema político, lo mismo durante el Porfiriato que en los años de la postrevolución, el Poder Legislativo —instancia responsable de equilibrar y contener al otro poder— ha sido casi siempre un apéndice del titular del que la Constitución llama “Supremo Poder Ejecutivo de la Unión”, y senadores y diputados han resultado meros levanta-dedos que aprueban, sin discusión, las iniciativas del Ejecutivo.

La legislatura que recién concluyó se caracterizó por los abusos, la frivolidad y los moches. Una pequeña muestra del despilfarro se exhibe en los 4.3 millones de pesos gastados en agua, café y galletas entre 2017 y 2018 en la Cámara de Diputados, además de los sobreprecios en la adquisición de equipo y los abusos de última hora: se llevaron desde equipos de cómputo hasta los cestos de basura; honrando la tradición, hicieron de éste, otro Año de Hidalgo.

Para atemperar las promesas de una transformación profunda, la legislatura que recién inicia, arranca con señales contradictorias. Hoy, de nuevo, los diputados y senadores que constituyen la mayoría, parecen destinados a acompañar dócilmente las iniciativas del presidente. El coro en el salón de plenos durante la instalación del Congreso: “¡Es un honor estar con Obrador!”, es lastimoso, peor aún lo es la manera en que, en cuestión de horas, una mayoría de senadores reculó en su negativa a conceder permiso a Manuel Velasco Coello para que retome el gobierno de Chiapas (como “gobernador sustituto” de sí mismo) y después regrese tan campante al Senado. La mayoría resultó una comparsa de esa jugarreta patética al servicio de un sujeto que dilapidó enormes recursos del estado más pobre del país, para promover su rostro insípido y que ha manoseado la constitución de Chiapas para salir y regresar a la gubernatura a su antojo —como amor con amor se paga, el Partido Verde cedió cinco diputados a Morena, con lo cual alcanza la mayoría absoluta: 252—.

El Legislativo no será un contrapeso al presidente, porque las oposiciones llegan desfondadas y porque entre los legisladores de Morena no cabe, no está en su genética, la mínima idea de analizar, menos aún de cuestionar, las iniciativas de López Obrador.

Para colmo, a la abrumadora mayoría de Morena en ambas cámaras se está sumando “la cargada”, son muchos los legisladores que llegaron con las siglas del Partido del Trabajo, de Encuentro Social, el Verde y otros, que están saltando al portento de Morena.

El resultado de esta mixtura de ingredientes —formidable respaldo social a López Obrador, control de las cámaras por sus representantes y debilidad y desprestigio de las oposiciones— producirá una democracia insólita, en la que una mayoría convalidará, sin reparos, las ideas, las iniciativas, las ocurrencias y las decisiones de un solo hombre. López Obrador no tendrá pretextos para sacar adelante algunas de las propuestas que lo llevaron al poder.

Rara avis de este tiempo político, Tatiana Clouthier —una activista social que honra su estirpe—, seguirá siendo una voz lúcida y, de ser necesario, disonante en el Congreso. Quizás lo sean algunos más, pero serán los menos. Y, como contraste, andará por allí haciendo desfiguros, exhibiendo su vulgaridad y su narcisimo, un personaje de cuyo nombre no quiero acordarme, que presenta evidentes trastornos de personalidad protegido por el fuero.

La ceremonia del adiós. El presidente Enrique Peña Nieto y los suyos —la cofradía mexiquense— viven su última hora. Sus dichos de que nos dejan un país mejor al que recibieron, solo confirman su apartamiento de la realidad. La bonanza que traería la reforma energética, el crecimiento superior al 5 por ciento que, según vaticinaron, experimentaría la economía en el último tramo del sexenio, el México en paz, la lucha contra la corrupción... forman parte de una larga lista de las promesas incumplidas.

Peña pasará a la historia por la corrupción que en su gobierno se hizo sistémica, por los arreglos con un grupo de empresarios consentidos (Higa, OHL…), por la impunidad que ha evitado que sean llevados a proceso ni siquiera los casos más emblemáticos (Odebrecht, La Estafa Maestra, César Duarte…), por la prosperidad que no llegó, por el desbordamiento delincuencial que hoy cubre casi todo el país, por la frivolidad de su familia, por el gasto inmoral en comunicación, por los grandes proyectos de infraestructura fallidos, porque hereda el estancamiento... en síntesis, porque resultó un gobierno fracasado.

Presidente de GCI. @alfonsozarate

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