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Resultado de años de experiencia en la materia y agudeza en el análisis, Torpezas de la inteligencia, de Jorge Carrillo Olea, es un libro que sacude porque desnuda lo que significa un sistema político autoritario: su clima represivo y el “terrorismo de Estado” desplegado con la complicidad y simpatía del gobierno de Estados Unidos; las policías políticas de México al servicio de los hombres del poder, no de la nación.
Un texto que no elude, por el contrario, define con precisión los horrores que emanan desde el poder, que cita con valentía nombres y hechos. La obra nos habla de los años 70, de un sistema policiaco “oscuro, clandestino, criminal” y de la descomposición institucional que legó López Portillo... En esas páginas se describe la manera en que la DFS, la Policía Judicial Federal, la Policía del Distrito Federal y la DIPD eran las instancias de origen de homicidios, desapariciones forzadas, torturas, compraventa de drogas y más.
Habla de las fuentes de información de aquellos años (y aún de ahora): los periódicos, la especulación, los soplos y los chismes y de cómo los mecanismos que llevan a grandes acciones de gobierno, se alimentan, primitivamente, de opiniones personales muchas veces sin sustento; de una de nuestras grandes debilidades: la discontinuidad en nuestros esfuerzos, y de los costos de la obsecuencia del personal cercano al poderoso, que no argumenta ni advierte, solo ejecuta lo que se le ordena porque las órdenes —por absurdas que sean—, se acatan, no se discuten.
El suyo es un testimonio estrujante del país que hemos sido y que, en cierta forma, seguimos siendo y pasa revista a algunos de los hechos más vergonzosos de nuestra historia reciente: la crisis de 1968, cuando el régimen reprimió los reclamos democráticos... Escribe sobre la tarde del 2 de octubre y la participación en esos hechos del Primer Batallón del Cuerpo de Guardias Presidenciales, algunos de cuyos integrantes ocuparon una terraza y departamentos del edificio Molino del Rey “y sí dispararon sobre la multitud en acato a la órdenes recibidas”…
Señala la cortedad de miras de muchos de quienes nos han gobernado —Miguel de la Madrid como excepción, destruyó un sistema de policía política criminal e impulsó el embrión de un sistema de seguridad nacional—. Refiere decisiones erradas, como las de Ernesto Zedillo, que llevaron a degradar al Centro Nacional para la Planeación del Control de Drogas (Cendro) y a la desaparición del Instituto Nacional para el Combate a las Drogas.
Relata la manera en que, en 1976, el gobierno mexicano libró su propia versión de la “guerra sucia”: ese año comenzó a operar la Brigada Blanca —con unos 250 integrantes procedentes de la DFS, el Ejército y la PGR— que replicó los horrores de unidades similares en Argentina, Uruguay, Brasil o Chile... Un aparato de terrorismo de Estado: “se tiraban al mar a decenas de campesinos desde aeronaves militares que despegaban de la Base Aérea Militar no. 7, en Pie de la Cuesta, Guerrero”.
En sus páginas aparecen los vínculos de altísimos funcionarios con la CIA, en cuya nómina estuvieron incluso presidentes, como Adolfo López Mateos, en cuyo sexenio se asesinó a Rubén Jaramillo y a su mujer embarazada... También Gustavo Díaz Ordaz y su actitud de “total consentimiento y apoyo a los fines estadounidenses y al anticomunismo delirante, mediante un cómodo autoritarismo que, como todos, terminó muy mal”.
Para Carrillo Olea la guerrilla en Chiapas, la expansión de la criminalidad, las fugas del Chapo y la tragedia de Ayotzinapa, habrían podido ser anticipados de no haberse ignorado principios básicos de la inteligencia estratégica (IE), cuyo fruto máximo es la predicción. Denuncia detenciones de capos a las que no siguen la captura de nadie de su círculo íntimo y menos de sus redes de complicidad oficial.
Un testimonio valiente y valioso, a no dudar, sobre los usos del poder, que recuerda los temas de la agenda de la seguridad nacional que, alejados de la visión meramente policiaca, planteó hace 35 años: la pobreza y la insalubridad, la injusticia social, la corrupción y la impunidad, el medio ambiente, pero también el terrorismo y la ciberseguridad.
Carrillo Olea revela en un texto formidable algunas de las historias secretas o semiocultas del poder. En sus páginas están muchas de las claves —como la demolición de instituciones— que nos permiten explicarnos cómo se gestó el caos de la inseguridad y del que hoy, a más de 35 años, aún somos víctimas. Algunas de esas claves hoy resultan indispensables en la construcción de un sistema de inteligencia estratégica, que tanta falta nos hace.
Presidente de GCI. @alfonsozarate