Pero damos gracias a Dios, el que hizo el Cielo y la Tierra, porque Dios puso orden tanto en el gobierno estadounidense como en el gobierno mexicano partiendo de un principio fundamental que es la justicia y la justicia social.
Arturo Farela
Representante de la comunidad evangélica.

El gobierno de México estaba obligado a hacer todo, o casi todo, con tal de evitar la imposición de aranceles a nuestras exportaciones a Estados Unidos (de 5% a 25% en tres meses), lo que habría generado severos desarreglos en la economía mexicana y anticiparía el fracaso del nuevo Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, con los perniciosos efectos que ni siquiera es posible imaginar. Todo o casi todo, porque los “argumentos” para ceder eran muy persuasivos:

La notable asimetría en los poderes de las dos naciones: frente a la potencia planetaria (militar, comercial, financiera), una economía trastabillante, estancada y próxima a la recesión.

El carácter pendenciero del presidente Donald Trump, que ha mostrado de tiempo atrás un desprecio y una hostilidad hacia México por razones que no son claras.

La porosidad en nuestra frontera sur acompañada por una buena dosis de disimulo o tolerancia de las autoridades mexicanas a lo largo de muchos sexenios.

Los anuncios del presidente electo López Obrador, en octubre, de una política migratoria de puertas abiertas, cuyos impactos no fueron calculados y detonaron la puesta en marcha de caravanas de migrantes.

¿Qué sigue? Que el despliegue de fuerza en nuestra frontera sur reduzca sensiblemente el flujo de migrantes, revirtiendo la tradicional política de asilo porque, de lo contrario, las concesiones del viernes pasado habrán sido inútiles: México convertido, en los hechos, en el “tercer país seguro” y, a un tiempo, el que le hará el trabajo sucio al gobierno americano. Ganó Trump: el muro sí va y lo pagará México, pero se traslada a nuestra frontera sur. Lo dice el embajador Andrés Rozental: mientras el gobierno mexicano nunca quiso aceptar que Estados Unidos militarizara su frontera, ahora “hemos aceptado militarizar la frontera de México con Guatemala y Belice”… Y, ante esto, ¿cuál será la reacción de los defensores de los derechos humanos que reclamaban una política humanitaria para recibir a quienes huyen de la violencia y la pobreza de sus países?

Los acuerdos tendrán fuertes impactos sobre las finanzas públicas, lo que hace más urgente reactivar la inversión privada, pero ésta no se dará mientras no haya señales positivas; la persistencia de proyectos cuya viabilidad financiera está en duda y una conducción política que desestima la realidad, ensombrece el ambiente para los negocios.

Sin embargo, dadas las circunstancias, fue lo mejor para México. En la real politik no caben ingenuidades. El gobierno mexicano tiene en Donald Trump a un vecino con mucho poder y cuyos trastornos de personalidad dan lugar a una mixtura explosiva. Gana Trump, se fortalece ante su clientela, su victoria sobre México acentúa los antivalores de anchas franjas sociales en Estados Unidos (los supremacistas blancos) y favorece su reelección.

No fue todo. Porque, al parecer, nos comprometimos a comprarle más a los agricultores norteamericanos y a algo más que, por ahora, permanece oculto. Lo dice Trump y no hay más remedio que creerle.

Mientras tanto, en Tijuana, el del sábado anterior fue un acto patético en el que se mezclaron las invocaciones religiosas con los discursos lisonjeros de quienes dicen representar sectores sociales muy diversos (“Todos aquí reunidos en un día de enorme felicidad para los mexicanos”, dijo el presidente del Consejo Coordinador Empresarial, Carlos Salazar); con una sola nota discordante, la de Porfirio Muñoz Ledo que habló de “la sustitución del lenguaje diplomático por la procacidad y el cambio de un trato amistoso por la amenaza”, y agregó: “Lo que es, en mi criterio, inmoral e inaceptable, es el doble rasero entre la frontera norte y la del sur. Por una parte, exigimos que nos abran las puertas y, por el otro, sellamos el paso de los centroamericanos para hacer un oscuro favor a Estados Unidos”.

A López Obrador lo dobló la realidad. El político necio, el de “me canso, ganso”, mostró que puede ser flexible ante tal poder y que sus cuadros y bases se acomodan al nuevo modelo y reelaboran el discurso.

No se cierra un capítulo, un nefasto capítulo de abuso, intimidación y avasallamiento; Trump advierte que la posible aplicación de los aranceles no se cancela, sólo se difiere.

Pero no lo ve así el canciller Marcelo Ebrard, para quien “salimos con la dignidad intacta”.


Presidente de GCI.
@alfonsozarate

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses