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Desde los días del presidente Cárdenas, cada seis años se renuevan las esperanzas del pueblo. En 2000 llegó la alternancia por la derecha y lo que trajo fue la decepción con el Alto Vacío: la instauración de un gobierno frívolo y de ocurrencias que malgastó los miles de millones de dólares que trajo el petróleo y permitió que los gobernadores devinieran reyezuelos corruptos.
Seis años más tarde, la elección estuvo a punto de doblar el rumbo del país hacia la izquierda, pero se impusieron los errores de López Obrador (el peor enemigo de sí mismo) y el despliegue de todas las artes de los hombres del poder real que emprendieron una campaña —de miedo— que influyó en amplios segmentos del electorado y logró su cometido.
La elección de 2012 le devolvió el poder al viejo partido, que postuló como su candidato al representante de una nueva generación (la de Beto Borge, César Duarte y Javidú), un producto del media training y la televisión que entrega malas cuentas en lo que más les importa a los mexicanos.
En la víspera de esta elección y ante lo que perfilan las encuestas, hay en anchos sectores del electorado y en los núcleos del poder económico muchos titubeos y mucho miedo. Les espanta que el candidato que denuncia la corrupción de la clase gobernante como el pecado capital del que derivan los demás pecados, haya sumado a su misión evangelizadora, a una mixtura en la que parecen caber todos (“se recibe cascajo”, escribió un caricaturista).
También provoca escozor su proclividad a ofrecer respuestas mágicas, simples (o simplonas) a realidades complejas… Su creencia de que la violencia delincuencial se resolverá con amnistía y becas (“becarios sí, sicarios no”), y su idea de que basta que un gobernante sea honesto para que los demás también lo sean —“barrer las escaleras de arriba hacia abajo” para acabar con la corrupción—, aunque algunos de sus más cercanos durante su paso por la Jefatura de Gobierno del DF lo desmientan. Y a todo esto se agrega la turbación de quienes intuyen que los días por venir serán aciagos, porque así son los saldos cuando el poder cae en manos de demagogos y populistas.
Pero, quizás, lo que más infunde miedo a muchos ciudadanos es la descalificación de López Obrador a sus críticos y, sobre todo, la furia de muchos de sus seguidores, contra quien se atreva a cuestionar a su líder.
Está, además, la angustia de los que amasaron enormes fortunas al amparo del poder público y se imaginan perseguidos por el gobierno que viene: el reino de la virtud… y la venganza.
Pero, del otro lado están los que observan con alegría el cambio, los que añoran los días de Papá Gobierno, cuando estiraban la mano y recibían algo... Y los que esperan con optimismo la llegada de un tiempo nuevo que cancele los excesos de esta clase gobernante voraz e inepta.
Y en el medio están los ciudadanos que piensan que, si gana, Andrés Manuel se comportará con el pragmatismo con el que gobernó la Ciudad de México. Los que evalúan el diagnóstico y las propuestas sensatas como las de Gerardo Esquivel, asesor externo del candidato, que recuerda que ya por muchos años los beneficios de la economía se han concentrado en unos cuantos, mientras se perpetúa la pobreza y más de 20 millones de mexicanos se ubican en la pobreza extrema; que cinco millones de jóvenes sin empleo ni escuela son el caldo de cultivo para involucrarse en actividades criminales y propone un nuevo curso de desarrollo: un marco macroeconómico responsable, pero que replantee las prioridades del gasto público; reducir la deuda como proporción del PIB; introducir cambios en la gestión, administración y ejecución del presupuesto; revisar programas sociales regresivos, duplicados o ineficientes; ajustar la estructura burocrática; eliminar las prestaciones excesivas; más inversión en infraestructura y promoción del desarrollo en Oaxaca, Chiapas y Guerrero, que detone el desarrollo del sur sureste.
Y está el resto, los valemadristas, que dicen: ya sabemos cómo gobiernan los del PRI y ya experimentamos la decepción de los gobiernos de Acción Nacional y concluyen: “ya queremos que nos roben otros”. Acudirán a las urnas sin saber por quién votar, pero, al final, decidirán con un volado imaginario…
En suma, un candidato “multipolar”, de altos contrastes y evidentes contradicciones. De allí que la duda mayor sigue siendo, si gana la elección, ¿cuál de los diferentes López Obrador gobernará el país?
Presidente de Grupo Consultor Interdisciplinario.
@alfonsozarate