El feminicidio de Itzel, de 7 años de edad, en San Luis Río Colorado, Sonora, y el homicidio de Germán, de 15 años de edad, en Manzanillo, Colima, divulgados en las redes sociales, son muestra de la atroz violencia que estamos viviendo sin tregua en nuestro país, ahora en contra de niñas, niños y adolescentes.
La niñez en México no solo tiene que enfrentar la violencia estructural que va desde la pobreza, el trabajo y la migración infantil, hasta las formas más lacerantes y dolorosas como el abuso sexual, la pornografía y el matrimonio infantil, sino que ahora se suma la escalada de la violencia. En México mueren en promedio cuatro niñas y niños o adolescentes cada día a causa del incremento de la violencia que ha sufrido el país, de acuerdo con el reporte denominado Construyendo una vida mejor con la niñez, de Save the Children.
El feminicidio va al alza del 2015 a la fecha: en promedio se cometen 9 feminicidios al mes en contra de menores de edad, según el Sistema Nacional de Seguridad Pública. De acuerdo con el estudio Una visión de la violencia feminicida, infanticidio, homicidio y feminicidio infantil. Un Panorama en México, elaborado por el Centro de Estudios para el Logro de la Igualdad de Género de la Cámara de Diputados, la aplicación inadecuada de marcos jurídicos, el crimen organizado, las deficiencias en la aplicación de la alerta de género y la violencia intrafamiliar, son algunas de las causas de este incremento.
Entre 2010 y 2017 se registraron 10 mil 547 homicidios de niños, niñas y adolescentes, siendo el grupo de entre 12 y 17 años el más vulnerable, ya que representaron el 78 por ciento de las defunciones, apunta el Informe Anual México 2018 del Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (Unicef).
Una evidencia de estas estadísticas se registró en Manzanillo, Colima, donde en un lapso de 15 días se registraron tres homicidios de adolescentes, de los cuales dos fueron en contra de mujeres de 14 y 16 años de edad. Los tres fueron ataques directos con armas de fuego.
Germán, de 15 años de edad, trabajaba en una tienda de conveniencia que fue asaltada y pese a no oponer resistencia, le fue arrebatada la vida de un balazo por la espalda. Es un caso que evidencia la banalización de la vida del otro y la impunidad, pero también quizá el maltrato infantil, la miseria y las violencias a las que pudo estar expuesto el agresor durante su infancia.
Las adversidades y alteraciones en la salud mental y física que atraviesan los niños perduran, y sus consecuencias transgreden de un plano individual al desarrollo económico y social del país. Sin duda, la espiral de la violencia que vivimos está asociada a la violencia a la que se enfrenta la niñez.
De acuerdo con Unicef, en México hay 39.2 millones de niñas, niños y adolescentes, motivo por el que se debe hacer un alto en el camino y reflexionar qué clase de adultos serán. La Red por los Derechos de la Infancia en México (REDIM) alertó desde abril pasado que, de acuerdo con cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP), en el primer trimestre de 2019 ocurrieron 285 homicidios dolosos contra la población de cero a 17 años, es decir, 3.2 homicidios diarios, siendo los estados de Guanajuato, Veracruz y Nuevo León los más violentos.
REDIM señaló que ahora los homicidios de menores de edad son consecuencia de ataques directos. Anteriormente sucedían porque los niños, niñas o adolescentes quedaban atrapados en un fuego cruzado.
Otro caso que ha conmocionado en días recientes, es el feminicidio de la niña Itzel de 7 años de edad, cuyo cuerpo fue encontrado semienterrado en un predio ubicado al despoblado del municipio fronterizo de San Luis Río Colorado, Sonora.
Las estadísticas oficiales y los casos demuestran cómo las niñas, niños y adolescentes son los que resultan afectados de manera desproporcional en las distintas violencias, que siguen siendo un sector vulnerable incluso desde su entorno cotidiano.
Es urgente que organismos internacionales, organizaciones de la sociedad civil, y el gobierno participen de manera conjunta en el diseño de una política de Estado que garantice la primera infancia, el desarrollo pleno y la protección efectiva contra la violencia, así como la participación activa de la niñez y la adolescencia.
En la construcción de la paz, las voces de las niñas, niños y adolescentes deben ser tomadas en cuenta, y deben diseñarse estrategias específicas porque son quienes hoy en día están viviendo las peores consecuencias de la escalada de la violencia en el país.
Maestra en políticas públicas.
@Ale_BarralesM