Desde que AMLO ganó la Presidencia de la República muchos analistas hemos tratado de entender de qué se trata la 4T. Día con día he visto las enormes esperanzas que despierta este gobierno en una parte muy importante de la sociedad. Sin embargo, son preocupantes las reacciones que genera AMLO en algunos sectores sociales que literalmente lo odian o lo alucinan. El resultado electoral de 2018 fue un grito de ya basta de violencia, de impunidad y de corrupción. Esos millones de votos fueron, entre otras cosas, una apuesta para que se hicieran cambios.
AMLO ha creado una dinámica que se alimenta de sus dichos en las mañaneras, se expande en el espacio mediático y en las redes a lo largo de cada día y se vuelve el tema de conversación, ya sea para el apoyo o para la crítica. Hay una insistencia permanente en rendir cuentas, y en dar a conocer las acciones del gobierno de forma amplia. Una parte de las conferencias tiene como objetivo informar sobre decisiones y políticas y otra parte considerable es para tomar posición, hacer crítica y volver a los dichos de la campaña. Con frecuencia vemos que los humores del presidente le ganan, porque así es su carácter. Si en algún momento hubo la expectativa de que AMLO en la Presidencia tendría una actitud más moderada, pues ahora sabemos que no es así, y que una parte central de la estrategia de este gobierno es polemizar y defender su proyecto. Por eso escuchamos, un día tras otro, una crítica de todo lo que le molesta, con lo que se puede formar una larga lista negra.
El discurso pedagógico que AMLO pronunció en todas las plazas del país durante la campaña por la presidencia, ahora lo traslada a las giras de trabajo por todo el territorio nacional. Su lucha retórica en contra de la “mafia del poder”, con lo que construyó su posición opositora al viejo régimen, la ha traducido en una batalla que da en las mañaneras: en contra de lo que según su criterio son abusos de la burocracia, como los altos sueldos; en contra de la sociedad civil, que son grupos de intereses económicos; en contra de los neoliberales y conservadores, que son todos los que se opone a la 4T; en contra de la prensa fifí; en contra de los organismos autónomos porque son parte de la burocracia dorada, gastan mucho, salen caros y no hacen su trabajo; ahora le tocó a Coneval. Así, cada mañana salen cepillados algunos de esos adversarios. De muchas maneras se ha señalado que esas actitudes no le suman al presidente y sí polarizan el ambiente. Se ha debatido cuál debe ser el papel de la Presidencia frente a la crítica, al pluralismo y al debate. AMLO dice con frecuencia que le gusta el debate, pero en muchas ocasiones muestra su desacuerdo ante información que contradice sus dichos, pero no lo hace con otra información, sino mediante la confrontación. Así, por ejemplo, la semana pasada le tocó a la revista Proceso, por “mal portada”. ¿Estamos ante un tema de personalidad o se trata de una estrategia de confrontación general?
A AMLO le gusta polarizar, fijar su posición por contraste a los que no están con él y/o no comparten su proyecto. Sin embargo, como lo han dicho otros comentaristas, considero que, a pesar de todo, este gobierno tiene posibilidades de empezar a cambiar asuntos importantes. Queda como positivo en estos meses, entre otras cosas, la reforma laboral, los expedientes que mueve la Unidad de Inteligencia Financiera, el cambio en la tendencia de bajos salarios, el combate a la corrupción, el adiós a la parafernalia del poder, entre otros. Posiblemente vendrán más oportunidades para impulsar proyectos de cambio y, seguramente también habrá errores, seguirá la confrontación y las descalificaciones porque así son los humores presidenciales.
La crítica no se hace para que nos clasifiquen entre los “mal portados”, como escribió acertadamente Jorge Carrasco en Proceso, sino para corregir errores en la solución de problemas que se han vuelto intolerables en México. Espero que los cambios ganen sobre los humores y que esta opción no termine en otro fracaso. Veremos…
Investigador del CIESAS.
@AzizNassif