Desde el 1 de julio, cuando AMLO ganó la Presidencia, se han puesto en operación nombramientos, iniciativas de ley, proyectos de gobierno y decisiones públicas, con lo cual parece que llegó al poder meses antes de tomar posesión. Quizá por ello se dice medio en broma que el próximo 1 de diciembre no sólo tomará posesión del cargo, sino que rendirá su primer informe.
La herencia que deja el actual sexenio es negativa. No es ninguna novedad que el país ha llegado a extremos terribles en materia de inseguridad y violencia; que la corrupción ha podrido la vida pública; que la captura de los intereses económicos se ha extendido en el Estado y que los niveles de impunidad son muy graves. El peñismo que se va el viernes próximo deja un país herido y roto, con una maraña de alianzas y poderes fácticos que han impuesto sus intereses y se han apoderado de lo público. Desde la falta de regulación a los bancos que cobran comisiones infladas al doble respecto a las que aplican en sus países de origen, hasta el crimen organizado que controla y disputa territorios a lo largo y ancho del país.
El priismo de Peña Nieto regresó en plena época democrática a las prácticas de trasladar recursos públicos para que su partido ganara elecciones. El reparto del Ramo XXIII es una prueba: en 2017 le repartió 8,601 millones de pesos al Estado de México, en donde hubo elecciones estatales, y en el otro extremo quedó Chihuahua, al que sólo le repartió 70 millones de pesos (Inegi). Las cuentas de la economía tampoco permiten tener un panorama optimista. En este sexenio se incrementó la deuda pública, que pasó de representar un 0.4% del PIB en 2013 a un 2.2% del PIB (Expansión, 1/12/2017). Aumentó el gasto público, al mismo tiempo que disminuyó la inversión estatal; por ejemplo, en el último año se autorizó para el Ramo XXIII un presupuesto de 101 mil millones de pesos, pero se ejercieron recursos por 349 mil millones de pesos, 3.5 veces más (SHCP). Se gastaron miles de millones de pesos en publicidad, en corrupción y en una burocracia dorada. La inflación se ha incrementado hasta llegar al 4.5%; el valor del peso en estos 6 años se movió de 12 por dólar a 20.5; las tasas de interés se doblaron, con lo cual aumentó el costo financiero del dinero y de la deuda. México no está bien evaluado en ningún índice internacional. Adiós a un sexenio que no extrañaremos.
Durante el periodo de transición se han generado múltiples debates sobre iniciativas y decisiones que ha tomado AMLO. Tal vez lo central de la herencia que recibirá el nuevo gobierno sean los estrechos márgenes de maniobra que tendrá, por el peso de la deuda, porque la mayor parte del presupuesto está comprometido, porque los poderes fácticos ya han manifestado su malestar por la cancelación del aeropuerto de Texcoco, porque los bancos no quieren bajar las comisiones bancarias, ni las mineras quieren regulación. Ya hubo devaluación del peso, baja en la bolsa de valores, caída en el precio de las acciones de compañías mineras y lo que se acumule en estos días.
Los cambios implican dinámicas de confrontación. No será fácil hacer modificaciones y menos si los planteamientos son polémicos, como el plan de crear una Guardia Nacional militarizada o establecer una política de punto final y perdón a los que cometieron actos de corrupción en el pasado reciente. Las reformas en la administración pública de AMLO llevan a una ruta de concentración de decisiones y a una pirámide de centralización de poder, desde las compras del sector público, hasta los superdelegados estatales.
Contar con una mayoría parlamentaria facilita sacar adelante la agenda presidencial, como en los tiempos del partido dominante y gobierno unificado, al que hemos regresado. Hoy las preguntas se multiplican: ¿qué hacer con el pasado para no generar una gran impunidad, pero al mismo tiempo no empantanar al país? ¿Cuál debe ser el balance entre el factor militar y el civil para una estrategia de seguridad eficiente que permita construir instituciones de seguridad para una democracia? ¿Cómo generar una democracia participativa sin devaluar a la democracia representativa? Expectativas, incertidumbre y esperanza se mezclan rumbo al 1 de diciembre…
Investigador del CIESAS. @AzizNassif