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En esta sociedad de mercado también el voto se compra y se vende. En México pasamos de una estrategia corporativa con un partido gobernante integrado por sectores (obrero, campesino y popular), a una estrategia de tipo clientelar. Sin construir una ciudadanía real, las personas de escasos recursos han sido incluidas en una red de programas sociales y vínculos políticos en donde se intercambian votos por favores.
El pluralismo electoral y la alternancia en el poder llegaron al mismo tiempo que el sistema neoliberal. Una pieza clave de este cambio fueron los programas de ayuda social que se convirtieron en la tabla de salvación para la pobreza, y los actores políticos transformaron la competencia por el poder en un mercado. Desde hace 30 años se ha instalado una lógica que administra la pobreza de los 53.4 millones de mexicanos que están en esa condición.
El tercer comunicado del Comité Conciudadano (29/V/2018) explica el tamaño del fenómeno: “El Consejo Nacional de Evaluacvión de la Política Social (Coneval) ha logrado detectar casi 6,500 programas incluyendo los federales, los estatales y los municipales. Los recursos destinados a nivel federal en los 154 programas sociales ascienden en 2018 a más de 910 mil 283 millones de pesos”. Además, el gobierno ha pedido recursos extras por 300 millones de dólares al Banco Mundial para el programa Prospera.
A diferencia de otros países de América Latina, como Brasil, Argentina o Chile, en donde la inversión social logró bajar de forma considerable las tasas de pobreza, en México ha dominado una administración de la pobreza que mantiene los mismos porcentajes de pobres que hace 20 años. Para entender qué ha pasado en México hay que ver que el país tiene uno de los niveles salariales más bajos de la región, así como un altísimo porcentaje de trabajo informal y precario, que explican por qué los programas sociales no han podido disminuir los niveles de pobreza.
En este proceso electoral se juntan dos tendencias que presionan en contra del voto libre. Por una parte, lo que prácticamente se ha institucionalizado con la comprra y coacción del voto que se hace mediante los programas sociales. Una estrategia que se ha profundizado a niveles inaceptables. El INE tomó la decisión de prohibir el reparto de tarjetas para la compra del voto, pero el Tribunal Electoral tiró la resolución y legalizó la compra y coacción. La mayoría de los programas se ejercen mediante prácticas discrecionales, con mucha opacidad y los gobiernos obtienen votos para su partido.
Por otra parte, en esta elección, como sucedió en 2006, grandes empresarios (Larrea, de Grupo México; Bailléres, de El Palacio de Hierro; Vallina, del Grupo Chihuahua; Hernández Pons, del Grupo Herdez; Elizondo, del Grupo Vasconia, entre otros) han empezado la operación de chantaje a sus empleados y trabajadores. Mediante amenazas, que se traducen en una suerte de sugerencia-prohibición, se orienta el voto en contra de AMLO, sin decirlo. Este grupo de empresarios coincide en construir una equivalencia de dos términos: AMLO = a populismo. También se construye otra equivalencia temporal en el discurso: Echeverría y López Portillo = a AMLO y a un regreso al pasado. Estos empresarios han sido los ganadores del actual modelo y, por supuesto, no quieren que haya cambios. Se trata de una lucha ideológica de referencias que dicen y, al mismo tiempo, ocultan su manipulación porque es más importante lo no dicho. Estas ambigüedades hacen una fuerte presión para los empleados y trabajadores de estas empresas. Es el voto del chantaje. A medida que la elección se acerca y las encuestas marcan un puntero muy definido, la polarización crece y el chantaje empresarial suena a recurso desesperado.
A 25 días de los comicios algunas encuestas confiables, como la de Reforma (30/V/2018), ubican a AMLO con 52%, a Anaya con 26% y a Meade con 19%; ayer El Financiero (4/VI/2108) ubicó a AMLO con 50%, a Anaya 24% y a Meade 22%. A pesar de que los números están definidos vivimos un “clima emocional que lo distorsiona todo”, como escribió Antonio Caño (El País, 3/V/2018). Esperemos que la compra y el chantaje para votar no modifiquen el voto libre que quiere un cambio…
Investigador del CIESAS.
@AzizNassif