Agustín Basave

Tiranosaurio herido

22/01/2018 |02:09
Redacción El Universal
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¿Cómo reaccionan los animales heridos y arrinconados? ¿Qué hace una bestia moribunda, rodeada por quienes la persiguen? Ataca. Se lanza con todas sus fuerzas y sin miramientos contra sus cazadores, por instinto de supervivencia, sin reparar en las consecuencias de su acto. Pues bien, eso es exactamente lo que está ocurriendo con el régimen #priñanietista. Se sabe al borde de la muerte, se sabe acorralado, y está atacando con todo lo que le queda. El problema es que le queda bastante. Tiene el gran poder de la Presidencia de la República, el gigantesco aparato del gobierno federal. Se trata, pues, de un animal salvaje de enormes dimensiones, de una bestia que bien podría equipararse a un tiranosaurio.

El asedio que sufre proviene principalmente de una sociedad agraviada. Participan en la persecución también opositores políticos, una y otros conscientes de que el fin del enfrentamiento se dará pronto, a mediados de año. La muerte del dinosaurio podría darse poco después de las elecciones. Esto no quiere decir que no queden crías vivas, que no exista el riesgo de que esa especie prehistórica se vuelva a reproducir. Depende de varias cosas, la más importante de ellas la decisión de nuestra ciudadanía de emprender un nuevo camino, un camino sin retorno, hacia un México gobernado democrática y honradamente, que pueda vivir en paz y justicia. No hablo de un país utópico; hablo de uno cuyos gobernantes no se muevan por la sed de enriquecimiento y en el cual la corrupción se castigue en vez de premiarse.

Los rugidos y las dentelladas de la bestia se dan en el campo electoral, en los embates contra sus adversarios. Pero también cuando recula desesperada en busca de refugio da coletazos. Ejemplos sobran en el Sistema Nacional Anticorrupción: el intento fallido de imponer a un #FiscalCarnal, el despido del titular de la FEPADE, la prisa por dejar un fiscal general y un fiscal anticorrupción a modo, el propósito de dejar magistrados priistas en el Tribunal. En circunstancias normales, si el animal no estuviera arrinconado y herido, cuidaría las formas. Quizá planearía sus movimientos, ocultaría sus intenciones. Hoy eso no es posible. No es momento de cautela, no hay condiciones para el acecho. La situación es de vida o muerte y la adrenalina -o, para seguir con la metáfora, la sustancia que alertaba a los tiranosaurios en semejantes circunstancias- está a tope.

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Y qué decir de la protección a los exgobernadores corruptos a cambio de su silencio. Cada vez hay menos disimulo, sea en la preparación de la PGR de expedientes que reduzcan las sentencias de los extraditados o, de plano, en la negativa a solicitar la extradición y luego en el “pitazo” al prófugo. Y es que resta muy poco tiempo y es mucho lo que está en juego. Hay que actuar con premura, bruscamente. No importa si el propósito de cuidar las espaldas del #priñanietismo es burdamente evidente. Entre evitar ser descubiertos y exhibidos ante la opinión pública o sobrevivir no hay la menor duda: el régimen prefiere sobrevivir. Y si eso ya no es posible, al menos quiere que sus principales jefes libren la prisión, que queden cubiertos por el manto de la impunidad.

Un animal moribundo de ese tamaño es peligrosísimo. Es capaz de cualquier barbaridad, porque no actúa con premeditación y no mide las consecuencias de sus agresiones. Cuidado. Está enfurecido y, si bien a veces trata de protegerse, sus meros movimientos pueden causar mucho daño. Y es que en realidad solo puede atacar. Atacar de frente, atacar en su huida, atacar incluso sin darse cuenta. Va con todo y contra todo aquel que se cruce en su camino. Seamos cautelosos pero implacables: es imperativo asegurarnos de su extinción. Ya antes, hace dieciocho años, creímos que esa especie había llegado a su fin, y nos equivocamos. No nos volvamos a equivocar.

Diputado federal.

@abasave