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La migración es un fenómeno humano muy antiguo que en el siglo XXI puede adquirir visos aterradores. El resurgimiento de un nacionalismo mal entendido ha reforzado la xenofobia y el racismo y le ha dado al populismo un poderoso instrumento para ganar elecciones. Ni el triunfo de Donald Trump ni el Brexit ni varios resultados electorales recientes en otras partes del mundo se explican sin el miedo y el concomitante odio instigado contra el inmigrante a fuer de chivo expiatorio. La globalización genera su propia resaca y la porosidad de las fronteras trueca en cerrazón, y el ejemplo más cercano lo tenemos en Estados Unidos.
Permítaseme hacer una analogía prosaica. La postura antiinmigrante es para Trump lo que las espinacas eran para Popeye: cuando se ve en peligro y necesita apoyo popular, apela a ella para fortalecerse. Es la pócima que moviliza a su base social dura, que si bien no es mayoritaria sí es suficiente como antídoto contra el impeachment. Y en tiempos electorales es, además, una muy rentable oferta para su electorado republicano. Así ganó la elección presidencial y así pretende ganar para su partido las próximas elecciones legislativas. En la mira de su brutal pragmatismo estuvieron antes los mexicanos, están ahora los hondureños y volverán a estar, cuando se le ofrezca, nuestros paisanos o los migrantes de cualquier otro país de la región. Así como el marino de los dibujos animados consumía sus verduras cada vez que necesitaba acopiar fuerzas para defender a su amada, cada vez que el presidente de Estados Unidos requiera votos para conservar su poder recurrirá a los peores instintos xenófobos y racistas de sus seguidores y agredirá a sus desamados latinoamericanos.
La lógica trumpiana es aborrecible, a no dudarlo, pero hay algo más oprobioso: la ayuda que le han dado los representantes de las víctimas. Porque fueron el presidente de México y su entonces secretario de Hacienda y hoy canciller quienes, para efectos prácticos, le hicieron un acto de campaña en Los Pinos al candidato antimexicano y le ayudaron a levantar su candidatura, que en ese momento iba en declive. Y son Enrique Peña Nieto y Luis Videgaray quienes están dando oxígeno a las desfallecientes campañas al Congreso de muchos republicanos, al proveerlos de la bandera del rechazo inmigrante que podría salvarlos a ellos de la derrota y a Donald Trump de perder la mayoría en la Cámara de Representantes y quizá en el Senado en noviembre. Una vez más Peña Nieto y Videgaray le están haciendo el trabajo sucio al verdugo de nuestros paisanos y de nuestros hermanos de Centroamérica, deteniendo a la caravana de Honduras y permitiendo que él se cuelgue una medalla sucia pero electoralmente eficaz.
Basta leer la primera plana de EL UNIVERSAL de ayer: entre 2015 y 2018 México expulsó 100,000 centroamericanos más que las autoridades estadounidenses. Y por enésima ocasión el gobierno vuelve a acatar las órdenes de Trump y acude en su auxilio mientras él aumenta las deportaciones de mexicanos, separa familias migrantes, golpea nuestros intereses comerciales con un Tratado desventajoso para nosotros y mantiene los aranceles al acero y al aluminio de nuestro país. Y por si quedara alguna duda del servilismo #priñanietista, Donald Trump exalta el apoyo de Peña y declara muy orondo que “ahora México respeta el liderazgo de Estados Unidos”. En otras palabras, ya le enseñó a obedecerlo, ya lo puso en el papel del vasallo que hace lo que se le manda sin chistar ni pedir nada.
Es una vergüenza lo que está haciendo el gobierno mexicano en nuestra frontera sur, y es repugnante la indignidad y la cobardía de Enrique Peña Nieto y de Luis Videgaray. No solo carecemos de autoridad moral para reclamarle a Estados Unidos el maltrato a nuestros connacionales cuando tratamos de esa manera a los inmigrantes de Centroamérica; hemos perdido el pequeño pero funcional margen de maniobra que teníamos en las negociaciones con el gigante del norte. No es que Honduras se haya querido meter en México, es que por obra y desgracia de este gobierno México se metió en honduras, con h minúscula. En honduras de entreguismo e ignominia.
Analista político. @abasave