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Ya se sabe, presidente Peña Nieto, que usted es el jefe de la campaña de José Antonio Meade. No sé si insiste en declarar que está al margen de la contienda por guardar las formas o para evitar que su impopularidad dañe aún más a su desfalleciente candidato, pero estoy cierto de que muy pocos se lo creen. Es tan burdo el uso del aparato gubernamental a favor de Meade y en contra del candidato del Frente que cada vez son menos las personas a quienes usted puede engañar. Y es que está usted enojado, presidente; su animadversión contra Ricardo Anaya lo obnubila. Está cometiendo errores por no tener la cabeza fría. Ahí está el más reciente de ellos: la difusión del video de la presencia de Anaya en la Procuraduría General de la República. Porque tampoco podemos creerle que el encargado del despacho de la PGR se manda solo. Nadie en su gabinete se manda solo, y menos él.
Perdóneme que se lo diga, presidente Peña, pero su obsesión por impedir que Ricardo Anaya llegue a la Presidencia de la República ya es enfermiza. De hecho, es evidente que sus esfuerzos se concentran hoy en imposibilitar que llegue a la boleta electoral. Allá usted. Yo creo que se está convirtiendo en el principal impulsor de la campaña frentista, que al manifestar su rechazo a que Anaya se convierta en su sucesor le ha expedido, como dije en este espacio hace una semana, un valioso certificado de exclusión del pacto de impunidad. Lo ha legitimado. Y al intentar hundirlo, paradójicamente, lo está elevando cada vez más. ¡Ah, lo que puede hacer la mezcla de soberbia y temor! No cabe duda de que no hay nada más errático que un hombre poderoso y asustado.
La verdad, presidente Peña Nieto, es que usted se ha vuelto el coordinador de dos campañas: voluntariamente de la de José Antonio Meade e involuntariamente de la de Ricardo Anaya. Una va en picada y la otra, aunque le haga mella la guerra sucia del gobierno, va en ascenso. Ironías de la vida. ¿Hasta dónde va a llegar en su esfuerzo por aplastar a Anaya? ¿Ya le midió o de plano no le queda espacio para la racionalidad? En fin. Yo no puedo revertir su obsesión -de hecho no sé si convenga hacerlo- pero sí quiero exigirle algo: saque las manos de la elección, presidente. No perjudique más a las instituciones de nuestro país. Esa visión patrimonialista de la que hace gala ha restaurado el viejo autoritarismo, nos ha hecho retroceder a los tiempos previos a la transición democrática. Tengo para mí que el primero de julio triunfará la sensatez y se sentarán las bases para un cambio de régimen en México, pero aun en ese caso el daño causado por su involucramiento en el proceso electoral pasará factura.
Está claro: se prepara una elección de Estado. Su modelo, lo sabemos, es el Edomex. De los comicios de 2017 a los de 2018, lo que pretende es cambiar minúscula por mayúscula en la palabra estado. La diferencia, claro está, es que en su tierra natal su partido logró sabotear la alianza opositora y se dedicó a comprar votos, mientras que ahora no pudo frenar la construcción del Frente y desea reventar antes al candidato aliancista. No solo porque puede ganar sino también, como ya expliqué, porque el triunfo de ese candidato en particular es inadmisible para usted pues sabe que, si se prueba lo que cree la inmensa mayoría de los mexicanos, que usted la hizo, con él en la Presidencia usted la va a pagar. De modo que fuera máscaras, presidente Peña. Aunque la suya ya no oculta cabalmente su verdadero rostro, aunque la mayoría de los mexicanos sabemos quién es y qué está haciendo, nunca está de más decírselo a los otros.
Repito: allá usted, presidente. Si en lugar de usar al Servicio de Administración Tributaria, a la Unidad de Inteligencia Financiera y a la PGR para detectar y combatir la corrupción que lo rodea los va a usar para golpear a su enemigo, se está jugando todo en la apuesta. No me desagrada que siga equivocándose con su némesis, pues lo que resiste apoya; sí me preocupa que su ofuscación lo lleve a cometer yerros todavía más graves y a generar turbulencias sociales de desenlace impredecible. Este país no aguanta la barbaridad de sacar a la mala a un contrincante para llevar a un zombi del tercer lugar a una victoria fraudulenta. Así que insisto: allá usted.
@abasave