Con el aniversario de los 70 años de actividades de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el inicio de nuevos gobiernos en la región, como son los casos de Paraguay, Costa Rica, Brasil, Colombia y México, este organismo ha hecho un llamado a la reflexión sobre el modelo de desarrollo que necesitamos.

En principio, hay que tener presente cómo ha cambiado la agenda desde 1948 y hasta nuestros días. Tal como la CEPAL ha señalado a través de distintos medios, los problemas que se han considerado públicos y que han orientado la política económica de la región tienen varias coincidencias. En la década de los años cincuenta, el eje rector fue la industrialización acompañada de la decidida intervención estatal a través de la inversión pública; en los años sesenta las reformas estructurales se concentraron en el objetivo de la redistribución del ingreso y el impulso al crecimiento económico; en los setenta, el principal interés era desarrollar patrones propios de producción e impulsar las exportaciones; durante los años ochenta, conocidos como la “década pérdida”, muchos países, incluido México, atravesaron por la crisis de la deuda que se acompañó con nulo crecimiento y alta inflación; en los años noventa, la recuperación se basó en la promoción del progreso técnico y la creación de pactos de competitividad; para principios del nuevo siglo, se observó la tendencia creciente a la globalización y los esfuerzos de inserción en el comercio mundial.

La propuesta de un modelo de desarrollo para los próximos años, debe partir del análisis del contexto macroeconómico y social en el que se encuentran los países de la región, incluido México. Entre los problemas actuales se encuentran: la inserción en el comercio mundial a partir de esquemas tradicionales, es decir, como países extractivistas y proveedores de materias primas; el escaso desarrollo industrial propio y dinámico, cuando se nos señala como exportadores de productos manufacturados, estos bienes son en su mayoría de reducido valor agregado y cuya competitividad se sostiene en el reducido costo salarial; la inacabada reforma fiscal que limita los ingresos públicos e impide la redistribución del ingreso; la desigualdad social, económica y regional que incluye las diferencias creadas en el empleo, la retribución salarial y en el uso del tiempo entre hombres y mujeres; y la debilidad de las instituciones que propicia la corrupción y la cultura del privilegio.

La CEPAL propone el desarrollo sustentado en la igualdad, el crecimiento económico basado en el fortalecimiento de las capacidades humanas y el dinamismo tecnológico, la diversificación productiva, la promoción del comercio regional, la inclusión social desde el mercado de trabajo, y la universalización de derechos y de las prestaciones sociales. Además, debe enfatizarse que en países como México se requiere urgentemente de una política de promoción al avance tecnológico, la innovación productiva y la industria nacional con integración de las pequeñas y medianas empresas; el fortalecimiento de las instituciones y el Estado de derecho; una política fiscal que reoriente el gasto público y que reduzca las prácticas de evasión y elusión fiscal; y la eliminación de prácticas que dificultan la competencia económica, perjudican al mercado interno y conducen a la exclusión y desarticulación social.


Profesora – Investigadora de la Universidad Autónoma Metropolitana, Unidad Xochimilco.

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