Si entendemos al cine documental como una construcción de narrativa audiovisual (como una película, pues) y no como un mero registro de hechos, entonces habría que decir que Made in Bangkok, la ópera prima de Flavio Florencio sobre la vida y obra de la cantante transgénero Morganna Love, es una cinta bastante deficiente. Más allá de la poca pericia técnica (tomas fuera de cuadro, fotogramas ahogados por luces externas, cámara al hombro que marea al espectador, edición caprichosa), el gran problema con este documental es que se limita a ser la crónica sobre un hecho en apariencia ordinario: el periplo de Morganna para viajar desde México hasta Tailandia y así participar en el concurso de belleza más importante de su tipo.
Pero sería mezquino, por decir lo menos, valuar este trabajo sólo por la parte técnica o incluso por la pobre construcción de escenarios; esta obra vale por su protagonista, la hermosa Morganna: soprano, cantante de ópera, poseedora de una voz privilegiada, de un encanto natural, con gran talento y una personalidad absolutamente magnética.
Así, es imposible no entender que Flavio Florencio haya filmado este documental a partir no solo de la admiración por su adorable personaje sino también a partir del amor. Al conocerla en un bar de la Ciudad de México, donde Morganna solía cantar, Flavio decide acompañarla en su aventura rumbo al Miss International Queen, el certamen de belleza de mujeres transgénero más importante a nivel mundial. Pero el objetivo de Morgana va más allá de la vanidad, ella busca el jugoso premio en efectivo (diez mil dólares) para así costear la onerosa pero anhelada operación de reasignación de sexo que desde mucho tiempo atrás ha buscado.
La primera parte del documental se centra en los entretelones del concurso. La cámara de Flavio Florencio (en franca filmación de guerrilla dado que el cineasta jamás pidió a las autoridades de aquel país permiso para filmar) acompaña siempre de cerca a Morgana en los duros ensayos, haciéndonos testigos del extenuante trabajo físico de todas las participantes y de la amistosa rivalidad entre ellas, quienes comparten a cuadro sus historias de vida y las razones por las cuales están ahí.
Conforme avanza el documental, la empatía que sentimos por Morganna va creciendo. Uno entiende finalmente su necesidad, como persona y ser humano, de hacerse esa operación. Se entiende pues, que aquella frase típica de las personas con disforia de género -”estoy atrapado en un cuerpo que no me corresponde”- no es una pose ni una frase hecha, es real.
Por ello, es un acierto que el tono general de la pieza no sea ni el acercamiento clínico del caso ni tampoco la exploración de un extraño en un mundo que le es ajeno. Tal vez sin buscarlo, producto de la evidente admiración que siente el director por Morganna, el documental es un gozoso relato sobre una persona que finalmente consigue lo que busca: ser una mujer plena.
Al final de la cinta nos queda claro que Morganna siempre ha sido una mujer y que sólo necesitaba cambiar de cuerpo. La alegría de Morganna se hace propia, generando mucha mayor empatía con las personas que, como ella, están en la misma circunstancia.
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