El bloque más radical de colaboradores cercanos al presidente López Obrador ha decidido sembrar en todos los espacios a su alcance, Palacio Nacional incluido, la teoría de una conspiración de múltiples adversarios que estarían persiguiendo el propósito de embozar al mandatario, obligarlo a guardar silencio, mutilar el mensaje que consideran una reedición de la buena nueva.

Signos indudables de tal complot, que buscaría censurar el derecho del Presidente a manifestar sus ideas, serían para esta facción radical, la carta firmada por 650 intelectuales y periodistas en favor de la libertad de expresión, los pronunciamientos en el Instituto Nacional Electoral (INE) contra la difusión de las “mañaneras” presidenciales, los reclamos para que el mandatario use cubrebocas como un ejemplo cívico y, desde luego, las aisladas protestas callejeras en su contra.

Este despropósito supone en realidad una provocación para que el Presidente encone sus posturas, tome distancia de los actores que en su equipo postulan posiciones más conciliadoras —por lo que son sujetos de creciente hostilidad interna—, a fin de que todos entremos en un tobogán hacia un país en llamas como antesala de las elecciones del próximo año.

El proceso electoral 2021 será clave para definir la correlación de fuerzas políticas en la república: nueva Cámara de Diputados, 15 gubernaturas, decenas de capitales en disputa, entre otros miles de puestos. De suyo se prevé un clima crispado. Un mayor envenenamiento de la atmósfera sólo podría exhibir el propósito de desbarrancar la cita ciudadana con las urnas, antes, durante o después de que se haya consumado.

De manera ostensible, las proclamas para evitar la presunta intentona de cercenar la narrativa presidencial están construyendo un nuevo ciclo de imputaciones contra los medios de comunicación y las voces de analistas y columnistas que se expresan en ellos.

Información y reflexión son insumos esenciales para construir la esfera pública en la que se debaten las ideas y se construyen consensos. Escuchar al que piensa diferente y dialogar con tolerancia —verdadero oxígeno en una democracia— constituyen un antídoto contra la radicalización, pero políticos en varias naciones (incluido México, lastimosamente) han descubierto lo rentabilidad que les genera la narrativa que polariza a los ciudadanos y puede quebrar a una nación, no apelando a las ideas sino a los temores o resentimientos del público. Donde no hay sino buenos y malos; tampoco adversarios o disidentes, sino enemigos.

Singularmente, algunos espacios dentro de los propios medios se suman a esta retórica, como ocurrió el domingo con el artículo de la respetada novelista Sabina Berman, con un alegato contra la “prensa neoliberal” que antaño “se sometía a sus censores” y se vendía “al mejor postor”, en comparación con el nuevo amanecer que representa el gobierno López Obrador, cuya libertad de expresión pretende ser coartada, según escribió la laureada escritora en estas páginas que por más de medio siglo han apostado por la pluralidad de ideas. Se trata de argumentos que, justificadamente o no, estarían basados en afrentas personales que acumula la señora Berman, pero que no soportarían una discusión seria ni deben ser pasados por alto en las actuales circunstancias.

Debatamos abierta, respetuosa, alegremente. Porque la verdad fenece en la oscuridad y la polarización. 
rockroberto@gmail.com

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