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Texto: Erika Bribiesca Sala
Fotos actuales: Xóchitl del Socorro Salazar Bueno y Erika Bribiesca Sala
Diseño web: Miguel Ángel Garnica.
Hay de aviadores a aviadores. Están aquellos que vuelan aviones y están aquellos que no hacen eso, ni nada.
La Academia Mexicana de la Lengua se refiere al término aviador como “aquella persona que recibe un sueldo de alguna oficina, particularmente de gobierno, sin trabajar para ella”. También se le puede definir como “persona que figura en una nómina y percibe sueldo, pero no se presenta a trabajar”, según el Diccionario de Español de México.
El término tiene su razón de ser. En entrevista para EL UNIVERSAL, el capitán Francisco Gómez Ortigoza, Secretario de Asuntos Técnicos y del Exterior de ASPA, explicó que el término deriva de aquellas personas que no se dedicaban a la aviación pero eran enlistadas en las nóminas de la aerolínea que pertenecía al Estado mexicano, hace más de 70 años.
Otra versión del origen de la palabra aviador nos la proporcionó el también capitán Francisco Corona, quien nos cuenta que el capitán Antonio Corona Ramos, piloto actualmente jubilado y fundador de la Asociación Sindical de Pilotos Aviadores de México, dice que el término surge en aquellas épocas en las que las principales aerolíneas de México pertenecían al Estado y se hizo costumbre encontrar en la nómina de éstas a familiares y amigos de funcionarios para que éstos contaran con una sinecura (empleo retribuido con poco o ningún trabajo).
Sin embargo, según el lingüista Arturo Ortega Morán el término aviador no tiene absolutamente nada que ver con los pilotos, porque tiene su origen en el año 1780, durante el Virreinato. Había unas personas que eran llamadas "comerciantes de avío", que se dedicaban a surtir mercancía, ropa y alimentos, y cada cierto tiempo iban a una caja a cobrar por sus servicios.
Muchas veces pasaba que iban a cobrar sin haber realizado ningún trabajo y por el nombre que tenía su actividad se les comenzó a llamar "aviadores". "Avío" es una palabra que se refiere al camino o la vía y la "aviaduría" es el sueldo que se percibe en la nómina sin haber ejercido trabajo alguno.
Sólo se les veía en la quincena… para cobrar
Corona Ramos explica que era común entre los demás trabajadores, que sí ejercían sus labores, referirse a estos familiares y amigos como aviadores, pues como en efecto sucede naturalmente con los verdaderos pilotos aviadores, no se les veía nunca por las instalaciones más que los días de quincena por la misma naturaleza de su trabajo.
Puede que también por ello, otra definición que hay sobre aviadores es que son aquellas personas que solamente “aterrizan” para cobrar.
Por su parte, el piloto Gómez Ortigoza nos cuenta que muchas veces los aviadores eran familiares o conocidos, y lo único que hacían era cobrar. “El sueño oculto de todos era terminar siendo un aviador, cobrar sin trabajar”, afirma.
Por toda esta corrupción, la empresa del estado quebró y fue privatizada, ahora es una aerolínea en la que los aviadores ya han desaparecido.
Sin embargo, en su momento incluso una ex esposa de un presidente de México era dueña de un avión en esa compañía y estaba inscrita en la nómina. Nadie decía nada. Cuando se cuestionaba ¿Qué hace ese señor en la nómina? La respuesta simplemente era: es aviador, narra nuestro entrevistado.
Ahora la gente es menos propensa a aceptar este tipo de prácticas, pero en esos años se podía ver incluso como algo normal. Era, y sigue siendo, parte de la cultura del mexicano. Antes la gente no decía abiertamente que lo veía mal, ahora sí, dice.
Los pilotos aviadores de profesión no se toman tan en serio el que la palabra aviador sea usada en un sentido peyorativo, “sabes bien quién eres, qué estás haciendo, y realmente das lo mejor de ti para hacer tu operación segura y cómoda para todos, realmente no lo tomamos muy en cuenta”.
Y los aviadores siguen…
Décadas atrás era común que en las delegaciones y demás dependencias de gobierno se contratara a aviadores, mismos que ocupaban una plaza y cobraban sin hacer nada.
Actualmente, no es ningún secreto que los aviadores aún existen. Son muchos los casos de dependencias que han tenido en sus nóminas a “aviadores”. Podemos citar al menos dos casos recientes: en septiembre de 2009 EL UNIVERSAL publicó que en Pemex se mantenían a 11 mil aviadores, que supuestamente existían debido al sindicato y por la falta de flexibilidad para reasignar personal, lo que derivaba en plazas sin trabajo.
Otro caso fue el del 22 de marzo de este año, cuando Miguel Ángel Mancera dio a conocer que habían ubicado a 5 mil aviadores en la nómina de la Ciudad de México. Indicó que al sustituir los recibos de nómina impresos por electrónicos, se encontró esta irregularidad, ya que sin aviadores tenían “menos cinco mil trabajadores”.
Los verdaderos aviadores
La aviación en México empezó muchos años antes de que ese término fuera inventado, ya que en 1912 se fundó la Escuela Nacional de Aviación, que luego formaría parte de la Secretaría de Guerra en 1918 (actual Secretaría de la Defensa Nacional). De hecho, cuenta el capitán Gómez Ortigoza, que el primer jefe de Estado del mundo en volar en una aeronave fue el entonces presidente Francisco I. Madero, además de que fue el mexicano Gustavo Salinas quien tuvo más la suerte que la honra, de ser el primer piloto aviador militar, cuando en 1914, en el marco de la Revolución Mexicana, en su aeronave “Curtis” se dedicó a hacer observaciones de movimientos militares, según cuenta una nota de EL UNIVERSAL ILUSTRADO publicada el 9 de octubre de 1924.
La aviación en México jugó por mucho tiempo un papel muy importante, sobre todo al sur de la República, pues no existían carreteras para transportarse y la única alternativa era volar, dice el capitán.
Piloto aviador, toda una vida en el aire
Volar no es tan fácil como cobrar. Cuando una persona se decide entrar a la aviación, que usualmente es alrededor de los 18 años, es su forma de vida hasta su jubilación, que llega a la edad de entre los 60 y 65 años.
No es un camino fácil, pues tienen que pasar por muchos exámenes y muchas pruebas para poder dirigir un avión en una línea aérea.
El primer trámite para entrar a la carrera de aviación es el certificado de capacidad psicofísica, que tienen que realizarse de los 18 a los 40 anualmente y de los 40 a los 65 semestralmente. El Estado mexicano es el que les realiza este examen que abarca desde salud general, electrocardiogramas, electroencefalogramas, exámenes de vista, de audición –es común perder parte del nivel de audición en esta profesión, por la cantidad de ruido y vibraciones-, examen psicométrico, y de sangre, entre otros.
Una de las pruebas que un estudiante de aviación tiene que pasar, son los vuelos en simulador. EL UNIVERSAL visitó un simulador de vuelo ubicado en el Colegio de Pilotos Aviadores de México, en donde los alumnos presentan exámenes. El avión que simula este aparato es un Piper 44, uno de los más modernos actualmente.
El primer asistente, Ángel Domínguez, nos mostró el funcionamiento del simulador, que es lo más cercano a volar un avión verdadero.
No cualquier cosa asusta a un piloto
No cualquier cosa espanta a un piloto aviador, ni las turbulencias, ni los truenos, ni la neblina, ni la noche, ni las tormentas, pues es “la chamba de cada día”, dice el capitán Gómez Ortigoza. Aunque a la gente común cualquiera de estas situaciones pudiera espantarlo, para un piloto aviador son cosas completamente cotidianas.
“La gente se asusta porque no entiende, únicamente se va a mover el avión, una turbulencia a tal nivel que llegue a dañar la estructura del avión realmente es prácticamente imposible; sin embargo, la gente se asusta, pero no pasa de ser sólo una situación incómoda, mas no peligrosa”, considera.
Incluso los rayos golpean con frecuencia a los aviones, pero éstos están diseñados para disipar la energía y para que no se cause el mayor daño.
La ciudad favorita del capitán Gómez Ortigoza es Nueva York, porque el aeropuerto JFK (John F. Kennedy) requiere mucha concentración al momento de aterrizar, “siempre hay mucho tráfico y casi nunca hay buen tiempo”. Aquí pasa aproximadamente 26 horas, en las que puede salir a pasear o comer. En México, Tijuana es su ciudad predilecta, porque es tranquila, su clima es muy agradable y además “se come riquísimo”.
Para el capitán Francisco, su más grande aventura es el ver hacia atrás y darse cuenta por todo lo que ha tenido que pasar y todos los años que han tenido que transcurrir, para finalmente llegar a donde está ahora.
Simplemente, alrededor de 16 a 21 días al mes los pasa viajando, por lo cual muchas veces la familia es un tema difícil. “Somos tal vez la única profesión en el mundo que no nos llevamos trabajo a nuestra casa, pero casi nunca estamos en casa”, comentó.
Por ejemplo, una de las adversidades que tuvo que atravesar fue en 2001, tras la caída de las Torres Gemelas, pues se quedó sin trabajo. Este suceso significó un cambio drástico para la aviación en todo el mundo, en especial en cuestiones de seguridad. No fue el único desempleado, muchísimos más pilotos corrieron con la misma mala suerte que él, pero tarde o temprano, todos volvieron a volar, nunca pensó en no volver, siempre se mantuvo luchando.
El capitán considera que los pilotos de profesión puede que a la vista tengan una gran oportunidad, pues ahora que se construya el nuevo aeropuerto, las operaciones se podrán ir al doble o incluso al triple y muy seguramente, habrá más personas interesadas en dedicar su vida a esto.
“Ser un piloto aviador el día de hoy significa profesionalismo, sacrificio y trabajo, mucho trabajo, significa compromiso con la seguridad, con tu compañía, con tus compañeros, con todo tu público usuario y tus pasajeros.”
Fotos antiguas: EL UNIVERSAL ILUSTRADO y Archivo Casasola
Fuentes: Archivo hemerográfico de EL UNIVERSAL y entrevistas con los capitanes, pilotos aviadores: Francisco Gómez Ortigoza y Antonio Corona Ramos.