Hace una semana, lo que antes fue el Distrito Federal y hoy se conoce como Ciudad de México tuvo una jornada como pocas. En menos de 24 horas, once personas fueron asesinadas.

Entre las víctimas, se contaban tres hombres de algo más de cuarenta años, encontrados desnudos, asfixiados y con señas de tortura en las calles de Iztapalapa . Casi en simultáneo, fueron hallados dos cadáveres con tiro de gracia en las cañadas de Álvaro Obregón. Y horas después, tres custodios del penal de Santa Martha Acatitla fueron atacados a balazos cuando salían del trabajo. Dos fueron heridos, uno acabó muerto.

Esto no es un asunto de un mal día. La capital del país vive desde hace meses una escalada de violencia . En los primeros cuatro meses de 2018, 432 personas fueron asesinadas. Eso implica un crecimiento de 27% con respecto al mismo periodo del año pasado. Y en los últimos tres años, el incremento acumulado es ya de 70%.

Aquí hay además un matiz importante: como mostraba Carlos Vilalta hace unos días, los homicidios que vienen al alza en la Ciudad de México desde 2015 son los cometidos con arma de fuego. De seguir la tendencia actual, la tasa de homicidio con arma de fuego se ubicará este año en 10.9 por 100 mil habitantes, un nivel no visto en la capital desde 1995.

¿Qué hay detrás de esta epidemia de balas y sangre? No está enteramente claro. Hace unos meses, el entonces jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, intentó culpar al nuevo sistema de justicia penal por el deterioro de las condiciones de seguridad en la ciudad, pero sus argumentos fueron menos que convincentes (https://bit.ly/2mlwAAS).

¿La respuesta puede estar entonces en la evolución de las instituciones capitalinas de seguridad y justicia? ¿Hubo un deterioro marcado de las policías y la procuraduría? Tal vez, pero los datos tampoco son concluyentes. El presupuesto de la Secretaría de Seguridad Pública, por ejemplo, aumentó 18% en términos reales entre 2012 y 2017. La policía preventiva no ha visto disminuir el número de sus integrantes. Hasta donde se sabe, ha habido algo de inversión en equipo y tecnología ¿Y la corrupción? Como antes y como siempre (por lo que se alcanza a ver).

¿Hay algo nuevo en el submundo criminal? Parecerían existir bandas algo más organizadas que en el pasado, con más capacidades, con mayor control sobre diversos mercados ilegales. En ese ecosistema, están grupos como el llamado Cártel de Tláhuac o la Unión Tepito, los cuales se han empezado a comportar como sus pares en otras regiones del país, haciendo de la explotación de economías locales (por la vía de la extorsión, el secuestro y el robo) su fuente principal de negocios. Pero eso, por supuesto, obliga a una pregunta adicional: ¿por qué el cambio en su modo de operación? ¿Por qué ahora se han empezado a comportar como bandas de Guerrero o Tamaulipas? No tengo una buena respuesta a esa interrogante.

Las autoridades capitalinas tampoco parecen tener una muy buena explicación. Hace unos días, el jefe de Gobierno José Ramón Amieva dijo que “sería deshonesto negar la violencia”, pero no ofreció razones para entender el fenómeno. El mes pasado, Hiram Almeida se refirió a la oleada de violencia como una serie de “hechos atípicos”, sin intentar algún tipo de diagnóstico.

En resumen, no sabemos qué está pasando, pero sobre algo no hay duda: quien resulte ganador(a) en la contienda por la Jefatura de Gobierno heredará una ciudad notoriamente más violenta e insegura que la que recibió Miguel Ángel Mancera en 2012. Y eso, me temo, no se corregirá en un plazo corto.

alejandrohope@outlook.com
 @ahope71

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