Hace apenas cinco años, en enero de 2011, el mundo vivía el nacimiento de un nuevo país: Sudán del Sur. Después el fin de la Guerra Civil Sudanesa con la firma del Acuerdo General de Paz en 2005, la región sur de Sudán adquirió autonomía que después lo llevaría a convertirlo en un país independiente.

En enero de 2011 el optimismo se veía por doquier. Sudán, que durante más de 30 años ha sufrido guerras civiles, conflictos violentos inter-étnicos y golpes de estado, la independencia del Sur fue un gran paso y era la promesa de paz y libertad tan anheladas por una población para la que prácticamente eran dos palabras desconocidas.

Miles de personas acudieron a las urnas la mañana del 9 de enero, listas para ejercer su voto en un referéndum que habría de separarlos del norte. Hubo incluso quienes hicieron un viaje de 7 u 8 días para poder acudir a las urnas a votar para cambiar su futuro y tener un país.

Sin embargo, ya para finales de 2012 y 2013, los recién electos líderes del país traicionaban el espíritu democrático que los había llevado al poder e iniciaban una cruenta guerra civil que contabiliza hasta ahora más de un millón y medio de desplazados y 720 mil refugiados en todo el país. En julio pasado se desataron nuevos combates y terribles enfrentamientos étnicos entre fuerzas gubernamentales leales al presidente y rebeldes afines al vicepresidente que pertenecen a etnias diferentes: dinka el primero y nuer el segundo.

Cientos de civiles han muerto y se tiene conocimiento de ataques a trabajadores y voluntarios de organizaciones humanitarias, en una clara transgresión a todo el derecho internacional. Hace apenas unas semanas incluso, se dio a conocer la noticia de que un grupo de mujeres extranjeras, pertenecientes a organizaciones civiles, refugiadas en un hotel en Juba, su capital, fueron violadas por combatientes. Lo que ha provocado la salida masiva de dichas organizaciones pues ni siquiera la ONU y sus instalaciones han estado libres de ataques.

Tal salida solamente complica más la de por si precaria situación que ya viven los civiles que están atrapados entre dos fuegos. A partir de ese momento la violencia no ha hecho más que recrudecer. Hoy, parece que este conflicto será aún peor que el vivido en 2013.  Poco o casi nada de esto se ha conocido en la prensa de este lado del mundo.

Sin embargo, los intereses económicos están ahí, escondidos y  como casi siempre son los que mueven este tipo de masacres y violencia. En Sudán del Sur es donde se encuentra el 75% de las reservas de petróleo de todo Sudán. Ya desde los años 80’s que se supo de la existencia de estas reservas los conflictos se sucedieron uno tras otro entre el norte árabe-musulmán y el sur, negro, cristiano y animista. Hoy, entre los propios líderes del Sur independiente. No es ninguna sorpresa que los puntos donde el conflicto ha sido más grave son precisamente aquellos con mayor número de yacimientos petroleros.

Su problema es que dependen del norte (y su dictador Omar al Bashir) para transportar y comerciar su petróleo, pues el país no posee salida al mar y cuenta con apenas 300 kilómetros de carreteras de sus más de 600,000 kilómetros de extensión territorial. Por esto y conociendo sus atnecedentes, hay quienes piensan que es el propio Omar al-Bashir quien está detrás del recrudecimiento actual de la violencia que tal vez le permitirá volver a tener control sobre los recursos procedentes del petróleo. No sería ninguna novedad de quien ha sido acusado de crímenes de guerra por el tema de Darfur y quien además ha desviado miles de millones de euros procedentes del petróleo a cuentas propias en bancos británicos,

Hoy, el Estado más joven del mundo se derrumba, su democracia duró apenas una fracción de segundo en un mundo al que al parecer, lo que suceda en el África Subsahariana parece tenerlo sin cuidado.

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