“Condenar la violencia en abstracto resulta tan pueril como lo es aceptarla incondicionalmente. Los violentos de ayer suelen ser los pacifistas de hoy y viceversa. El cambio se debe a la desaparición del antagonismo que la determina al superarlo y dar origen a otros antagonismo con una nueva relación de fuerzas. El rostro de la interminable violencia no es igual en todos los países y en todas las épocas”

Artículo del Dr. Rodolfo Puiggrós publicado el 26 de septiembre de 1974 en el periódico El Día

Mes tras mes la publicación de las estadísticas delictivas es motivo de esperanza, ansiedad y de cierto grado de morbo culposo. ¿Habremos registrado 100 homicidios dolosos más que el mes anterior o 5 veces más homicidios que todos los cometidos en algún país desarrollado en un solo mes? ¿Será 2017 el año más violento en la historia reciente? ¿O una abrupta disminución se aproxima?

La frecuencia a la que nos hemos acostumbrado a estudiar la incidencia delictiva en México ha desembocado en una versión acelerada, casi vertiginosa y líquida, de la seguridad pública. Variaciones, promedios diarios, tasas, datos, datos y más datos. Homicidios, robos, extorsiones, secuestros cada día, hora, minuto y segundo. Ahora que los homicidios dolosos han consolidado su tendencia creciente pareciera que vamos escalando hacia la cima de una montaña rusa solo a la expectativa de que esta vez que el descenso sea definitivo.

En la novela El lenguaje de juego, Daniel Sada dice que “… la criminalidad es un salpique cuya incidencia ocurre como ocurren las lluvias torrenciales. Un realismo eventual. Un día sí y quince no. Un decurso maldito que no puede durar tanto.” Figura a la criminalidad como un fenómeno meteorológico cuyo futuro es siempre incierto y sorpresivo.

En este sentido, el último dato tomó por sorpresa a muchos pues se registraron 1 938 carpetas de investigación y averiguaciones previas por homicidio doloso en enero de 2017. Si bien este dato no es el más cercano al máximo histórico registrado en mayo de 2011, refleja una señal de alarma evidente de que la situación está lejos de ser la óptima y que estamos lejos del mejor momento de seguridad del sexenio. Hay quienes difieren.

Las estadísticas relativas a los homicidios dolosos cuentan una historia de altibajos. Entre 2008 y 2011 el incremento de los homicidios dolosos parecía irrefrenable como el símil literario de las lluvias torrenciales. En su momento, se comentaba que la escalada de la violencia parecía no tener fin hasta que en 2012 se registraron disminuciones sostenidas.

Para algunos el descenso observado entre 2012 y 2014 vaticinaba el fin del problema. Artículos y declaraciones diversas daban cuenta que aquellos tiempos violentos habían concluido. Fin de la tormenta. ¿Cuál era la causa de este periodo de calma relativa? Los más astutos dudaban de las disminuciones pero a falta de contraargumentos, preferían el silencio.

Un año más tarde, se observaría un quiebre en la tendencia. ¿Se estabilizaría el país o volveríamos a experimentar un incremento de los homicidios dolosos? ¿Qué lecciones se habían aprendido? Había incertidumbre nuevamente. El juego perenne de cifras y habilidades interpretativas tanto de autoridades y analistas alimentaba el debate.

Veinticuatro meses después la evidencia muestra que el repunte no es menor. ¿Se sabe hasta dónde llegará? En general, predecir el comportamiento de series delictivas más allá de 3 meses constituye una tarea difícil o quizás demasiado aventurada para mi gusto.

Manuel Vélez

Coordinador de Estudios Especiales

@VelezManuel @ObsNalCiudadano

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