Aquella fiesta de aniversario de Monolita era todo un éxito, la gente estaba feliz y las sorpresas eran continuas. De reojo María supuso que había llegado a la fiesta Erik su amigo de juventud y sin más empezó a reír sin parar.

Los recuerdos la hicieron viajar en el tiempo… Aquel día había llovido toda la tarde, quizás era el mes de julio, recordó, seguramente, mi madre por aquellos tiempos viajo por todo el país, como si se tratara de romper algún record  o como si quisiera ocuparse solo de sí misma.

Aquel fin de semana nos comprometimos a festejar el cumpleaños oficial de mi padre, bien lo recuerdo, la segunda comida del año dedicado a quien decía que no le gustaba ser homenajeado, pero aquella practica se volvió como un ritual en la familia, primero la reunión el día real del nacimiento y luego una comida para recordar el día oficial, en que lo registraron.

Como de costumbre fuimos únicamente la familia chiquita a la reunión, llegamos caminado hasta el restaurante que tenía pocas semanas abierto, pero que todos teníamos curiosidad de conocer.

La lluvia nos sorprendió de regreso, aún así le pedí a mi madre que me acompañara a comprar un regalo, hacia varias semanas que no conversábamos y nos hacia falta a las dos reír un poco juntas.

En aquella época jugaba futbol los domingos por lo que procuraba no irme de fiesta, sin embargo, aquel sábado me aventure a salir pues era la fiesta sorpresa de una de mis mejores amigas y no podía faltar.

A pesar de que mi madre se hizo la sorprendida por que la dejé en casa después de ir de compras, sin que me pidiera explicaciones  le dije que no se preocupara que no llegaría tarde pues tenía que jugar fut el día siguiente.

Llegue a las cinco treinta de la mañana, había roto mi promesa de regresar temprano. Acompañada de Erik, lo hice pasar a la casa pues el primer mezcal lo había hecho hablar consigo mismo, el  segundo lo hizo hablar con los amigos y los siguientes cinco lo hicieron conversar con todo lo que el creía que veía, según él me comentó que la experiencia mezcalera le hacia tener contacto con Dios.

A pesar de los tragos me di cuenta que mi amigo no estaba en condiciones de manejar, por lo que le pedí que entrará  a la casa, se quitó los zapatos y lo recosté en el sillón favorito de mi papá.

Tranquila pero aún mareada, me acerque a la habitación de mi madre para avisar que había llegado, de lejos vi que levantó la mano para saludar, sin hacer mayor movimiento, con voz sonora me dijo ¡María ya ni la friegas! ¿Que no vas a ir a jugar?  ve la hora, si má, le contesté, iré no te preocupes.

Pero sabe más el diablo por viejo que por diablo. Pasada una hora mi mamá abrió la puerta de su habitación y me preguntó qué hacia en la cocina, que si había algún problema.

No má, le contesté, ya se va Erik…

Como siempre la prudencia de la familia se hizo presente a eso delas diez de la mañana ¡Buenos días pajarito, buenos días pececitos, buenos días mi hijita! Que tal la borrachera aún huele a alcohol, por supuesto que no iras al fut, duerme la mona, me dijo con su clásica sonrisa.

Dormí profundamente algunas horas, hasta que sonó el teléfono, entonces me metí a bañar y una vez alineada, según yo, hice la aparición triunfal en la cocina de mi madre, ella sólo me miro con sus ojos de misterio y me dijo ven María te quiero preguntar, bajó la voz para no ser escuchada por mi padre ¿Tú pusiste los zapatos de tu papá afuera junto a la maseta? - ¿De que me hablas mamá? – de los zapatos que encontramos afuera muy bien colocados por cierto.

No pude contener la risa, por que en un principio no me acordé de lo sucedido, pero ya que ella me recordó el asunto, me dio risa – espero que no se los haya puesto Erik por que tu papá enfurecerá- volvió a sonreír como si fuera mi cómplice en la travesura, que a ella le encantan.

No má como crees continué justificándome, lo que pasa,  titubeé,  es que pensé que a Erik se le habían olvidado los zapatos y como tu saliste de la habitación para ver si pasaba algo, solo atine a dejarlos junto a la maseta de la entrada para que no volviera a tocar y se despertara mi papá.

En ese momento escuche la voz de mi papá preguntando por lo mismo – de que hablas le dije… ahaha de los zapatos, le conteste dándole la espalda y viendo a mi madre con cara de susto y un poco sonriendo. Mi madre soltó la carcajada y sin más salió de la cocina y de buen humor dijo ante el desconcierto de mi padre, no te preocupes en realidad pensó que su amigo había salido descalzo y para no interrumpir tu reunión con Morfeo dejo el calzado en la puerta.

Mi madre continuó riendo y sólo me veía de vez en vez en total complicidad, en realidad, se dijo, no recuerdo a tantos años por que saque los zapatos de mi papá…

Manolita Recomienda.-  Los chilaquiles se han vuelto un imprescindible en la vida de los citadinos, sobre todo de jueves a domingo los sitios incrementan su venta considerablemente, los que a mi más me han gustado son los que se sirven en el Chilakillers, un sitio lleno de color, con buena atención y con muchos detalles de la cultura urbana. Los chilaquiles son rojos, verdes, chipotle, mole; con huevo, pollo o carne, hay tortas de chilaquiles, dobladitas de tamaño espectacular , acompañadas con las salsas de los chilaquiles y huevos al gusto. Si el próximo fin de semana terminas la juerga tarde lánzate a este lugar ubicado en Av. Revolución número 23, local 3, entre Benjamín Franklin y progreso, Col. Tacubaya.

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