Cuenta Jacobo, el gran conversador, el hombre memorioso, el culto, incluso polémico, el de la invariable corbata negra, ícono de la comunicación en el país, que en el buró de su cuarto había un libro que siempre consultaba: El Quijote de la Mancha, de Miguel de Cervantes Saavedra.

Jacobo lo abría todos los días en cualquier página y siempre encontraba en esta lectura, a su decir, algo que lo nutría. Fue ahí donde encontró la frase: “Sancho, no te preocupes, aún hay sol en las bardas”.

Así citó Jacobo Zabludovsky recientemente un fragmento de El Quijote para asegurar que a él aún le quedaba tiempo, y mucho, en su carrera. Sin embargo, ayer ese tiempo y su quehacer se agotaron.

Para muchos mexicanos, se habrá ido el abogado de la inteligencia excepcional, el incansable cronista de la ciudad, el reconocido periodista. Un hombre que también generó polémica, como sólo pudo un hombre bajo los reflectores y frente a los micrófonos por más de 70 años.

Amante de la tauromaquia y gran admirador de Carlos Gardel, de los arpegios del tango, licenciado en Derecho por la UNAM, lector voraz, dueño de una biblioteca de más de 10 mil ejemplares. Símbolo de la televisión, el periodismo y la radio: sus crónicas, entrevistas, reportajes y columnas marcaron la historia de la comunicación en México y más allá de sus fronteras.

A los 17 años obtuvo su licencia de conducir e inició su carrera periodística como ayudante de redactor de noticiarios en Cadena Radio Continental. Supo entonces que no tenía voz para ser locutor y supo también que podría ser un buen comentarista. Alguien se lo dijo, y él lo asumió como tal.

En una ocasión Zabludovsky comentaría: “A lo largo de mi vida ejercí todas las posibilidades del periodismo, y mi mayor premio ha sido desempeñar un oficio del que siempre he estado enamorado. Para mí, la función del periodista es la de denuncia, contribuir a la crítica”.

—¿Retirarme? —dijo un día—, pero si no soy un torero. No necesito fuerza y agilidad para hacer mi trabajo. No pienso retirarme nunca.

Desde su infancia asistió a escuelas públicas, nunca tuvo una bicicleta, “pero nunca nos faltó ni comida ni techo. Yo no me di cuenta de que era un niño pobre, porque fui un niño feliz”. Su vecino, Luis Felipe Ureña (corrector de pruebas del periódico El Nacional), invitaba a don Jacobo a las rotativas todos los fines de semana, y quien era portero del edificio y albañil (el maestro Selis) lo invitaba los domingos a los toros; ahí comenzó su afición por la fiesta brava y el periodismo. Don Jacobo señala a ambos personajes como centrales en su formación.

Autor de la columna Bucareli y articulista del periódico EL UNIVERSAL desde el 26 de marzo de 2007, hasta hoy, a lo largo de 70 años de trayectoria periodística en medios como Novedades, la revista Siempre, Ovaciones, así como Claridades y El Redondel, logró entrevistas exclusivas con personajes como Fidel Castro Ruz , Ernesto 'Che' Guevara, María Félix, Pablo Casals, Salvador Dalí, Mario Moreno Cantinflas, Gabriel García Márquez.

Fue el único reportero mexicano en Cuba el 1 de enero de 1959, día en que Fidel Castro entró en La Habana. Recibió el Premio Nacional de Periodismo por la entrevista a Fidel Castro.

De origen judio-polaco (“en casa realmente nunca observamos ninguna costumbre religiosa”, dijo), nació en 1928, y se desempeñó 30 años como conductor del noticiario 24 Horas en horario estelar, al que renunció en 2000 luego de casi 60 años de trabajo en Televisa. “Tomé esta decisión por propia voluntad, no me arrepiento, hice lo que debía de hacer; yo renuncié porque mi hijo Abraham renunció. Yo no juzgo. La familia es primero”, dijo.

La crónica del terremoto del 19 de septiembre de 1985 en la ciudad de México desde un teléfono de su automóvil (algo casi inexistente en aquellos tiempos) fue considerada como un parteaguas en el modo de informar los sucesos. “Estoy llegando a mi casa de trabajo, donde he pasado más tiempo que en mi propia casa, y está totalmente destruida. Sólo espero que mis compañeros, mis hermanos de labor, estén todos bien”, se le escuchó narrar . Recibió en 1986 el Premio Internacional de Periodismo Rey de España por esta crónica del terremoto. “Al recibirlo, le dije al rey Juan Carlos I de España: ‘créame que hubiera preferido no tener que recibir este premio’”.

Borrador de mis memorias (III) fue el título que llevó la última columna de Jacobo Zabludovsky publicada en EL UNIVERSAL el 22 de junio de 2015; en ella narra su infancia en La Merced.

En esta última colaboración dejaría escrito: “Nací en la ciudad de México el 24 de mayo de 1928. Ese día el periódico EL UNIVERSAL ignoró mi arribo al mundo. Prefirió dedicar su encabezado principal a un hecho más detonante: ‘Hizo explosión un bomba en la Cámara de Diputados’”.

Luchador incansable por la recuperación del Centro Histórico de la ciudad de México (lugar donde conoció a su esposa), solía regresar frecuentemente a La Merced, lugar donde vivió su infancia y aprendió a dar sus primeros pasos.

“Conocía el centro de la ciudad de México casi con los ojos cerrados, cada calle, casa por casa”, dijo el pasado 24 de mayo en entrevista con el periodista Héctor de Mauleón.

Contó entonces que en una vecindad del Centro aprendió a caminar, a hablar y en ella tuvo a sus primeros amigos.

“Mi papá iba mejorando y nos iba cambiando de vecindad; contrataba un camión, metía todo lo que teníamos, que era algún ropero, los colchones y los catres, y al rato ya estábamos en otra parte”, contó.

¿Cómo llevar una carrera profesional pulcra?, se le preguntó alguna vez: “Consiste en levantarse temprano todos los días, disciplina y tener a alguien que me apoye y me ayude, como Sarita, mi esposa”. También se refería a ella como una gran lectora: “Le hago caso en todas su recomendaciones literarias”. Solía acompañarlo al noticiero de manera frecuente. Este 2015 estaban por cumplir 61 años de casados.

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