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La lucha contra el narcotráfico en América Latina se ha convertido en una “guerra contra las mujeres más pobres”, porque afrontan altas penas por el transporte de estas sustancias, prueba de ello es el elevado índice de presas en la región por ese delito, expuso la experta Catalina Pérez.
“Hay una gran proporción de mujeres en la cárcel por drogas y ello implica un problema, primero, a la hora de aplicar la ley. Es una guerra contra las mujeres más pobres y vulnerables de nuestra sociedad”, aseveró Pérez, profesora e investigadora del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE).
Como reveló un reciente informe del Colectivo de Estudios Drogas y Derecho (CEDD), que contó con la participación del CIDE y la Cámara de Diputados de México, en Perú y Brasil las reclusas por drogas representan 60.6% (2014) y 60.6% (2013) del total poblacional, respectivamente.
En Argentina son 65% de las mujeres presas y crecieron en números absolutos 271% entre 1989 y 2008; mientras que en México son 44.8% de las encarceladas en prisiones federales y 14.2% de las internas en centros penitenciarios locales.
Esto se debe principalmente a una legislación inadecuada: “En la aplicación de las normas en el delito de drogas las mujeres son mucho más vulnerables a ser aprehendidas y castigadas; y las conductas que normalmente realizan llevan aparejadas sentencias mucho más largas”, indicó Pérez.
En el mercado del tráfico de estupefacientes, la mayoría de mujeres trabaja como mula —transportando drogas dentro y fuera de un país—, lo que conlleva “penas altísimas”, de hasta 25 años de cárcel, destacó.
“Quienes legislan se imaginan a una persona que está transportando [drogas] quizás en un camión, grandes cantidades, no una mujer pobre que se metió unas cápsulas de cocaína en el cuerpo”, resaltó.
Además, esto revela la utilización de las mujeres por parte del crimen organizado, una red en la que ocupan los eslabones más bajos.
“En el organigrama del narcotráfico, [ellas] tienen las de perder por dos razones. Muchas veces tienen que cometer los delitos con peores penas y, a la vez, son reemplazables, por lo que [su detención] no implica algo relevante para la organización”.
Muchas de las mujeres presas tienen un perfil similar: provienen de familias pobres, tienen un nivel educativo bajo y, en muchas ocasiones, son madres, en su mayoría solteras o con la pareja en prisión.