Washington.— El columnista estrella del diario estadounidense The New York Times, Paul Krugman, criticó a principios de mes la diferencia de trato de los periodistas a los dos candidatos presidenciales, Donald Trump y Hillary Clinton.

“Es difícil quitarse la impresión de que [Trump] está siendo tratado como una persona común (…) mientras está la presunción que todo lo que hace Hillary Clinton tiene que ser corrupto”, se quejaba el economista.

No era el primero en poner sobre la mesa un supuesto doble rasero de los medios de comunicación estadounidenses a la hora de enfocar la cobertura electoral: muy duros con la demócrata, más benévolos con el republicano.

Existen varios ejemplos. El tratamiento habría sido muy diferente en temas polémicos: mientras Clinton sufre un escrutinio asfixiante por el escándalo de sus correos electrónicos o las dudas sobre su fundación, Trump casi no se ve afectado por la controversia del uso del fondo benéfico para su disfrute personal o hay poca crítica a su discurso xenófobo, racista y misógino.

Desde que presentó su candidatura, la atención de los medios se ha centrado en el magnate neoyorquino. “La candidatura de Trump es lo que los periodistas llaman una ‘buena historia’”, explica a EL UNIVERSAL Robert Schmuhl, profesor de comunicación en la Universidad de Notre Dame, quien justifica que el trato preferencial de una “personalidad enorme y declaraciones indignantes” tiene que ver con la capacidad de generar audiencia.

Muchos culpan del éxito de su campaña precisamente al exceso de cobertura mediática. “En 2008, ya había críticas a los medios diciendo que fueron cómplices del ascenso de Barack Obama. Este año, lo mismo podría decirse de Trump”, recuerda Schmuhl. “Le dedican espacio y tiempo porque es impredecible y colorido”, dice.

En cuanto al por qué de la superficialidad al cubrir las acciones y discursos del republicano. Danielle Sarver Coombs, decana asociada de la Facultad de Comunicación de la Universidad de Kent, dice a este diario que podría ser por una mala aplicación de la objetividad periodística que habla de proveer “igualdad de oportunidades, incluso sin reflexión sobre la realidad”.

“La gente del ala derecha cree que hay un estándar diferente, que la mayoría de los medios son ‘liberales’”, explica a su vez Todd Gitlin, profesor de periodismo y sociología en la Universidad de Columbia. Esa noción de que los medios están sesgados contra el Partido Republicano, una idea que según Sarver Coombs “Trump explota de forma maestra”, ha llevado a que los medios traten de equilibrar la balanza siendo menos contundentes con el magnate. “Es como si hubiera una apuesta inversa para demostrar que no están favoreciendo a Clinton o siendo injustos con Trump”, remata.

La gota que colmó el vaso se produjo la semana pasada, cuando en menos de 24 horas a Trump lo “consintieron” (algo fuertemente criticado) en su aparición televisiva en el programa de entretenimiento ligero de Jimmy Fallon —ninguna pregunta comprometida, incluso se dejó despeinar—; y “jugó” con la prensa al mantenerlos más de una hora en un salón de su nuevo hotel en Washing-
ton para decir sólo una frase.

“Donald Trump dijo ‘salten’ y los noticieros televisivos preguntaron ‘qué tan alto’”, critica la columnista del Washington Post, Margaret Sullivan. “Los medios de comunicación han sido utilizados por el señor Trump desde sus inicios. Él insulta a los periodistas, pero ellos siguen regresando a cubrir sus eventos”, atiza Schmuhl.

“Trump ha cambiado drásticamente la dinámica entre candidatos y prensa (…) es un maestro de llamar la atención”, reflexiona Sarver Coombs. La novedad que representa el magnate sería el otro factor que hace que la prensa le trate diferente, al formar parte del mundo de las celebridades y no de la política tradicional. “Él es nuevo en la escena política estadounidense (…) ella es una figura establecida”, reafirma Schmuhl.

Pero algo está cambiando a raíz de las críticas recibidas en los últimos días. “Hemos visto a más medios de comunicación señalar explícitamente las falsedades del discurso de Trump”, se felicita Sarver Coombs. “Pero todavía hay reticencia a decir directamente que miente”, responde Gitlin.

La demócrata, quien también ha criticado el doble rasero, entró al juego: esta semana apareció en el programa de Fallon y le entregó una bolsa de “pelotas blandas”, una metáfora crítica por las preguntas inofensivas que le hizo a su rival.

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