En las elecciones del 8 de noviembre en Estados Unidos no sólo se elegirá al presidente para los próximos cuatro años sino que se renovará por completo la Cámara de Representantes y un tercio del Senado, los dos órganos legislativos que conforman el Congreso estadounidense.

Opacados por la batalla entre la candidata presidencial demócrata Hillary Clinton y el republicano Donald Trump, en todo el país se reproducen actos de campaña de candidatos menos populares pero de enorme trascendencia.

Actualmente, el Congreso está controlado por los republicanos y ha sido un enorme escollo para el presidente Barack Obama en la aplicación de muchas de sus propuestas.

No es de extrañar que los conservadores quieran retenerlo y que muchos de ellos, tras observar el desempeño del magnate como candidato, lleven semanas reclamando al liderazgo del Partido Republicano una acción: olvídense de Trump y aseguren el Congreso.

Más de un centenar de republicanos ya han pedido a Reince Priebus, presidente del Comité Nacional Republicano (RNC), que enfoque todos los recursos (económicos y logísticos) a las batallas por el Congreso. Fuentes del partido dicen que lo están considerando, incluso se lo han advertido a Trump en caso de que no mejore resultados, pero no hay nada definitivo.

Esta semana Priebus lanzó una frase que bien podría sonar como amenaza: “Será importante para nosotros y para Donald Trump que continúe por el camino de la mesura en el que está; si lo consigue, creo que estará empatado o por encima [en las encuestas] justo después de Labor Day [5 de septiembre]”. La frase puede leerse como un brote de confianza o un ultimátum: si en septiembre no hay cambios, quizá el partido los haga.

“Es muy inusual que un partido nacional abandone completamente a su candidato presidencial; pero, por otra parte, es un año muy inusual”, explicó a EL UNIVERSAL Seth Masket, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Denver.

No sería la primera vez que el Partido Republicano “abandona” su candidato: en octubre de 1996, viendo que Bob Dole no iba a ganar a Bill Clinton, cambió su estrategia y movilizó a su electorado (y 4 millones de dólares) para conservar la Cámara de Representantes.

Podría pasar lo mismo este año con el Senado. “(Trump) puede hundir la participación entre los republicanos y los votantes quizá no saldrán únicamente para votar por el Congreso”, dijo a este periódico Clarice Nelson, profesora de políticas en la American University.

Su colega de la Universidad de Texas en Austin, Sean Theriault, opina de la misma forma, aunque cree que todavía es muy temprano para que el RNC tome una decisión sobre si debe o no enfocar sus esfuerzos en la batalla del Congreso. “Todavía queda una tonelada de tiempo entre ahora y las elecciones. Debates, errores, correos electrónicos, servidores…. [El RNC] no necesita tomar la decisión hasta dentro de al menos un mes. Si las encuestas de entonces se parecen a las de ahora, deberían cambiar”, precisó el catedrático a EL UNIVERSAL.

Los republicanos están defendiendo bastantes estados competitivos y parece que, en general, será un mal año para ellos, recalcó Masket. The New York Times publicó ayer que los demócratas tienen 60% de posibilidades de recuperar el control del Senado.

La elección del Congreso, una batalla fundamental
La elección del Congreso, una batalla fundamental

“Tienen una buena oportunidad”, reconoció Nelson. “Si las encuestas se mantienen como ahora, con Hillary [Clinton] por encima cuatro o cinco puntos, creo que ganarán el Senado por uno o dos asientos”, auguró Theriault.

Para conseguirlo, los demócratas necesitan recuperar al menos cinco escaños a los republicanos. Se prevé que al menos siete de los que están en juego cambien de color, ya que fueron ganados por los conservadores en 2010 en pleno auge del movimiento del Tea Party en estados divididos.

“Estamos viendo bastantes carreras al Senado que deberían ser cómodas para los republicanos y que se están convirtiendo en mucho más desafiantes para ellos”, comenta Masket.

En el caso de la Cámara de Representantes, es más complicado que los demócratas consigan darle la vuelta: “La mayoría están en asientos relativamente seguros”, recordó Nelson, “así que muchos son casi inmunes a Trump, a menos que haya una avalancha real contra él”.

La figura de Trump es un arma de doble filo para los aspirantes republicanos a un cargo público. Rob Jesmer, estratega republicano, ha definido al magnate como un “albatros” que vuela alrededor de los cuellos de los aspirantes a congresistas y crea un “ambiente desafiante”.

Según expertos, el control del Congreso —y, particularmente, del Senado— dependerá de cómo lo haga Trump. “Cuanto peor lo haga, peor será para los republicanos”, vaticinó Theriault.

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