“Suela, saliva y sudor”. Las tres eses se las oí decir a don Luis H. Álvarez, es una frase que describe cómo pensaban los líderes de Acción Nacional que deberían hacerse las campañas políticas: recorriendo a pie las calles, las plazas públicas, los parques y mercados (suela), convenciendo a la gente con ideas y argumentos en discursos que debían mover almas (saliva) y con trabajo, con trabajo y con más trabajo (sudor).
Yo entré a la política cuando el PAN hacía así sus campañas, sin recibir ni un centavo de financiamiento público. Y así, fuimos ganando elecciones. Empezó a recibirse el financiamiento público, y recuerdo que en 1997, el presidente del PAN (Felipe Calderón) regresó un cheque porque habían cometido la trampa de darle a los partidos el dinero que correspondía a una campaña presidencial cuando no era año electoral para esa elección.
Se nos dijo que con una intención doble: poner condiciones de equidad en la contienda política y evitar la corrupción. Ninguna de esas dos metas se cumplió. La equidad no existe gracias a gobiernos deshonestos que desvían cada elección miles de millones de pesos a campañas. Y qué decir de la corrupción. Poco a poco los partidos se dieron cada vez más y más dinero. Hoy reciben mucho más dinero público que en las elecciones de 2000, 2006 y 2012. Es un abuso y por abusivo, inequitativo. Hoy, la clase política en México se ha sometido en su mayoría al dinero. El dinero ha mandado sobre cualquier valor, sobre cualquier consideración legal, moral, jurídica o social y ha convertido a la política en un negocio en el que privan la ambición y el descaro. Por eso todo termina en escándalos de fraudes, ligas, casinos, departamentos en Estados Unidos, moches, naves industriales, estafas maestras, casas blancas y lavado de dinero. Por eso, lo que nació con un fin noble, hoy sólo genera desproporción e inequidad.
La política es un instrumento para hacer el bien, no para enriquecerse. Es momento de romper el vínculo entre la política y el dinero. Por eso, y en congruencia con mis valores, he decidido renunciar al financiamiento público que me corresponde como candidata independiente. Aprendí a hacer política inspirada por las mujeres y los hombres que lucharon por la democracia. Sé que para ganar una elección lo más importante son los valores, la mística, la convicción y el coraje y porque creo que la política debe hacerse con las aportaciones voluntarias de gente convencida de una causa.
Eso es precisamente lo que haré: una campaña de suela, sudor y saliva. Si ya logré estar en la boleta con el apoyo libre y voluntario de más de 1 millón de ciudadanos, sé que también podré financiar mi campaña con ese mismo apoyo libre y voluntario de donaciones ciudadanas. Mientras los candidatos de los partidos se destrozan entre ellos con dinero público, yo construiré un proyecto con la esperanza y el orgullo del pueblo de México.
Ayer en mi registro ante el INE lancé una convocatoria a los ciudadanos: luchemos en una nueva cruzada que busca cambiar la forma en la que se hace política en México. Sé que lo vamos a lograr, porque, parafraseando a Manuel Gómez Morín: mientras que todo nuestro esfuerzo se funde en nuestros valores, no habrá adversario político ni fuerza material que pueda acabar con este gran empeño de almas.
Abogada