A principios de esta semana se celebró en la CDMX el XVI Foro Nacional de Turismo, un espacio para la reflexión y para visualizar hacia dónde se dirige uno de los sectores más importantes para México, en términos no sólo económicos, sino de generación de bienestar social y espacios de convivencia pacífica.
El momento no pudo ser más oportuno, ya que el período de campañas permitió contar con la presencia, y conocer la postura, de los candidatos a la Presidencia de la República, entre los cuales se encuentra el próximo responsable de liderar al sector para enfrentar los retos que se le presentan.
Resultó muy positivo que todos los candidatos reconocieron en el Turismo un sector prioritario para México, en el que hoy somos una potencia mundial y que además se nos presenta como una de las más claras oportunidades para impulsarnos hacia la meta de convertirnos en un país desarrollado.
Sin embargo, reconocerlo no basta, si hoy somos el sexto país más visitado en el mundo con 39.3 millones de visitantes, cuando apenas en 2013 éramos el número 15 con 23 millones de turistas del exterior, es porque en estos años hemos trabajado unidos y de manera coordinada, gobiernos, empresarios y trabajadores del sector, cada quien haciendo su parte y desde su lugar, sin enfrentarnos, sin atacarnos y sin dividirnos.
Por lo que, si realmente queremos ir por el quinto lugar, no podemos descuidar ni alejarnos de esta forma de trabajar, sin importar el régimen político o gobierno en turno, o de lo contrario estaríamos poniendo en riesgo los logros alcanzados.
Pasar de los 40 a los 57 millones de visitantes por año que tiene Italia, hoy el quinto lugar, está a nuestro alcance. Si mantenemos un ritmo de crecimiento de nuevos visitantes de entre tres y cuatro millones al año, similar a lo que hemos venido creciendo, en pocos años podríamos conseguirlo.
Y esos 60 millones de visitantes, 20 más de los que tenemos hoy, significarían divisas para el país y millones de nuevos empleos para los mexicanos, y representarían, sobre todo, oportunidades de desarrollo para algunas de las regiones menos favorecidas de México. Pero para concretarlo necesitamos una política promotora y que mantenga unido al sector.
Necesitamos más conectividad, más rutas aéreas y un nuevo aeropuerto; el NAIM no es una opción, es una obra de primera necesidad. Si no hay aeropuerto, no llegaremos a ese quinto lugar, punto. No generaremos sesenta millones de visitantes, ni millones de empleos, y cancelaremos la oportunidad de desarrollo que hoy esperan millones de mexicanos.
El valor estratégico del turismo es muy grande y no podemos descuidarlo, debemos hacer del buen momento turístico de México una plataforma firme de prosperidad y desarrollo incluyente, basada en la visión de un país abierto y en constante progreso, un país que ponga las aspiraciones de sus ciudadanos por encima de cualquier proyecto personal.
Los mexicanos no podemos permitir que nos dividan, no podemos dejar que nos polaricen, el enemigo es común, el enemigo es la pobreza, el enemigo es la inseguridad, el enemigo es la desigualdad, los enemigos no somos nosotros; hay que recordar que eso es parte de las lecciones de nuestra historia.
Una política turística exitosa dependerá del trabajo bien articulado y consensuado con otras dependencias federales, gobiernos locales y con todos los empresarios y grupos de interés privados y sociales. Así es como hemos logrado avanzar y así tendremos la mejor oportunidad de seguir haciéndolo.
Hoy somos exitosos en el contexto del turismo porque en distintas épocas supimos innovar con los Centros Integralmente Planeados, con conceptos como Pueblos Mágicos, y programas como “Conéctate el Turismo”, “Mejora tu Hotel” o “Viajemos Todos por México”, entre otros.
La apuesta por la innovación debe ir mucho más allá, y permear como forma de vida en todos los sectores, la prosperidad de las sociedades modernas depende cada vez más de ello y es tarea de todos entenderlo y asimilarlo, algo que no lograremos si insistimos en mirar al pasado.