Polvo, diésel y acero: la única escuela de grandes tanques del mundo permite en Alemania pilotar tanques blindados soviéticos, montarse en carros de combate llevados al máximo por profesionales y arrollar autos aplastándolos con las orugas.

Los 300 caballos del BMP-1 rugen desatados devorando combustible cuando Norbert Bastner engrana con dificultad la primera marcha y pisa el acelerador para echar a andar esta bestia de acero de factura rusa y casi 14 toneladas.

Durante más de veinte minutos, este alemán de unos 60 años circula por entre las dunas del circuito, rectificando a veces de forma precipitada y empleando en otras a fondo la potencia del blindado, mientras sigue por unos auriculares las directrices de su instructor y copiloto.

La polvareda se eleva sobre la pista de este negocio, enclavado en un rincón rural del este de Alemania a 50 kilómetros de Berlín y dotado de 13 empleados (en su mayoría mecánicos y conductores) y con 14 carros de combate rehabilitados, en su mayoría BMP-1 y T-55, dos modelos rusos con mucha aceptación entre los miembros del Pacto de Varsovia entre los años 50 y 70 del siglo pasado.

“Tenemos una clientela muy internacional. Muchos vienen de América, de Escandinavia, del sur de Europa,... de todas partes. De media recibimos unos 30 mil visitantes al año aproximadamente”, asegura Axel Heyse, responsable del negocio junto a su hermano Jörg, y destaca que 40 por ciento de los interesados son mujeres.

El menú del centro incluye desde el paseo básico de media hora (145 euros) al paquete completo con noche en un cercano hotel de cuatro estrellas y cena romántica para dos personas (293 euros), pasando por el extra de embestir un vehículo para el desguace (260 euros).

Los hermanos Heyse habían sido conductores de tanques durante su instrucción militar en la República Democrática Alemana (RDA) y tras la caída del muro de Berlín, pese a que ambos habían encontrado empleo, seguían dándole vueltas a la cabeza sobre cómo volver a ponerse a los mandos de un blindado.

Entonces, la solución llegó por casualidad, durante una escapada de fin de semana a Praga en 2002. “Íbamos con nuestras mujeres en el carro y, al pasar por un descampado vimos los restos de un tanque, un BMP-1. Era una chatarra, pero lo reconocimos inmediatamente. Paramos y fuimos a hablar con el dueño. Con un poco de alemán y un poco de ruso nos dijo que estaba a la venta y lo compramos”, recuerda Heyse.

Los hermanos tuvieron que afrontar una odisea burocrática, desmilitarizaron el carro de combate, encontraron transporte, consiguieron los pertinentes permisos checos y alemanes y se lo llevaron de vuelta a casa.E l alcalde de su localidad les ofreció participar en una fiesta con el blindado, dar un par de vueltas para mostrarlo a los asistentes.

Desde entonces, “el teléfono no paraba de sonar” y los dos hermanos decidieron dejar sus trabajos para dedicarse a tiempo completo a la escuela de blindados.

Google News

TEMAS RELACIONADOS

Noticias según tus intereses