A temprana hora de un viernes hace casi dos mil años, inició el enjuiciamiento de quien ha dejado la mayor huella en la humanidad, se trata de Jesucristo.

Tres procesos y una consulta pública, en menos de veinticuatro horas, bastaron para condenar a tortura y muerte a quien guio su ministerio bajo el principio de ‘Amar unos a otros’. Sentenciado por sus ideales, la divulgación de su proverbio lo llevó a la cruz donde falleció. Hecho hombre jamás hizo uso de la violencia, la reprochaba, honestaba lo ajeno, no culpaba, perdonaba, sanaba y daba paz, su único fin era el rencuentro del prójimo en compasión y amor, filosofía que ha trascendido por siglos, borrando las fronteras, nacionalidades, idiomas y culturas, para formar lo que es hoy una de las religiones más determinantes del orbe.

Sin duda, la mayor de las influencias es la fuerza del credo, la historia nos ha mostrado que cuando goza del argumento lógico se vuelve indestructible, atemporal y universal, máxime si se cimienta en valores que nos unifican, contrario a la diatriba del odio, de la división y el enfrentamiento que siempre serán fugaces.

La divulgación de la creencia es un acto de responsabilidad porque siembra un propósito en la inteligencia de otro, hay que obrar con escrúpulos sin apartarse de ellos, de no hacerlo se vulnera el mayor patrimonio de la persona, su conciencia y de paso destruye su dignidad para socavarla al nivel de la manipulación resultado del adoctrinamiento.

Nada peor que la mezquindad del demagogo instigador que se aprovecha de la necesidad de las masas quebrantando su entender, para encauzarlas por el camino de la provocación impulsadas por la arengan de la discordia como medio de control.

América Latina se ve inmersa en gobiernos que fundan su hacer en la vana discusión con el único objeto de sembrar la separación, sabedores que la fragmentación permite el manejo absoluto de la población, elemento central del autoritarismo dictatorial en el que la concentración de las decisiones es la constante destructora de la democracia.

Nuestro país no es ajeno a esta condición, el movimiento en el poder usurpa la línea de la reflexión mediante la permanente ruptura con quienes razonan diferente a su causa, ubicándolos como contrarios, enemigos, conservadores, reaccionarios o retrógradas, sin darse cuenta de que el monopolio del raciocinio es la principal característica de lo que critican, ignoran que el debate es la fuente del libre pensamiento creador de acuerdos progresistas, alejados del sectarismo, del resentimiento.

La persistente intención de debilitar instituciones republicanas prueba que el proyecto actual no tiende al fortalecimiento de lo que nos cohesiona sino al modelo de continuidad aún a costa de la legalidad, pareciere que seis años no les bastaron para ofender la estructura nacional.

La breve travesía de Cristo irradió hasta nuestros tiempos, por la bondad de su discurso, de incorporar, de unir, sin distinciones, alertando la presencia de falsos Mesías que se atribuyen ser representantes del pueblo, tener dominios por encima de la ley, con caducas peroratas que en meses olvidaremos.

Un minuto de silencio por Jesucristo.

Únete a nuestro canal ¡EL UNIVERSAL ya está en Whatsapp!, desde tu dispositivo móvil entérate de las noticias más relevantes del día, artículos de opinión, entretenimiento, tendencias y más.
Google News

TEMAS RELACIONADOS